La palabra ‘cuidado’ viene del verbo latín cogitāre, que significa pensar o reflexionar. En Medellín hay 83.600 ciudadanos con algún tipo de discapacidad física o mental que requieren atención especial, o sea, necesitan personas que piensen en ellos y reflexionen sobre sus situaciones.
Necesitan, entonces, cuidadores. Estos asumen el compromiso de protegerlos, acompañarlos y atenderlos 24 horas y siete días a la semana. “Con el fin de mejorar las condiciones de vida de unos y otros, es decir, de estos paciente especiales y de quienes los cuidan, se creó Ser Capaz en Casa. Proyectos como este combaten la inequidad, la falta de recursos, y hacen más amable el día a día de la gente que padece estos problemas”, explica la secretaria de Inclusión Social de Medellín, Paulina Suárez Roldán.
El equipo médico de este programa consta de psicólogos, fisioterapeutas, nutricionistas, fonoaudiólogos, trabajadores sociales, odontólogos y enfermeros, que visitan la vivienda de las personas con discapacidad, para evitar su desplazamiento hacia los centros médicos.
Pero el proyecto no solo mejora la condición de vida desde la atención, también lo hace desde la proyección. A través de Ser Capaz en Casa los cuidadores logran financiar ideas de negocio; el objetivo es que ellos generen actividades económicas desde sus hogares y tengan el tiempo para prestarles la atención debida a las personas que tienen a cargo.
Desde 2016 el programa ha atendido a 1.039 pacientes y ha financiado 255 emprendimientos a sus cuidadores. Más que números estas cifras representan las historias de miles de personas que transitaron hacia condiciones de vida dignas. Mateo, capaz desde el campo Tiene 12 años, su discapacidad es severa. Su mamá lo abandonó al nacer y fue adoptado por Dora, su tía paterna, quien se convirtió en su madre y cuidadora.
Mateo vive en la zona rural de San Sebastián de Palmitas, un corregimiento de Medellín, a una hora del casco urbano. Desde los 6 años comenzó a ser visitado por profesionales de la Secretaría de Inclusión Social. A partir de entonces aprendió a caminar, a generar canales de comunicación no verbales con su familia para que le entendieran cuándo tenía dolor, alegría o hambre y, actualmente, está aprendiendo a seguir las instrucciones que le dan.
El acompañamiento que le ha dado la Secretaría de inclusión Social a él y a su familia, le han permitido avanzar en su desarrollo físico y psicosocial, sin este apoyo domiciliario, difícilmente hubiera podido mejorar su calidad de vida, debido a la pobreza, las barreras arquitectónicas entre su casa y los centros de salud y la distancia que lo aleja del casco urbano de Medellín.
A su vez, su tía Dora y su abuela, han tenido un acompañamiento psicológico para fortalecer su labor como cuidadoras, lo cual las ha llevado a aceptar, comprender y desarrollarse en su rol de servicio y amor hacia Mateo.
Elisa, capaz desde la ciudad
Tiene 50 años y dos hijos. El menor, Juan Pablo, iba al colegio, tenía amigos y disfrutaba con el fútbol y los videojuegos. Sin embargo, a los 8 años fue abusado sexualmente por un familiar. Desde entonces su vida cambió y desarrolló un trastorno bipolar.
“Yo tenía que trabajar y eso hacía que no pudiera estar con Esteban todo el tiempo. Eso le parte el corazón a una madre”, dice Elizabeth, madre de Juan Pablo. Y complementa: “Por su enfermedad él comenzó a ser manipulado por algunos grupos armados del barrio y ahí fue cuando decidí que debíamos vivir en otro lugar de la ciudad”.
En 2018 ella conoció el programa de financiación al emprendimiento de cuidadores de la Secretaría de Inclusión Social y se postuló. Después de asistir al proceso de formación ganó la convocatoria e inauguró su salón de belleza, en el garaje de la casa que alquiló para vivir con su hijo.
Actualmente tiene una peluquería, donde atiende a sus vecinos del barrio y vende productos de belleza. Juan Pablo tiene ahora 16 años. Estudia en el colegio, le gusta hacer ejercicio y los fines de semana le ayuda a su mamá a limpiar el negocio. Elizabeth asegura que lo mejor que le ha pasado es poder trabajar y estar al lado de su hijo al mismo tiempo.