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Andrea y Marco Fidel

Dejarlo todo por cuidar a un abuelo al que lo olvida todo

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Cuando la abuela de Andrea Corredor murió dejó solo a su esposo Marco Fidel, que sufre de alzhéimer. Asumió el papel de cuidadora, y también libra una batalla jurídica para que Sanidad Militar le asigne una enfermera para sus últimos días.

El alzhéimer del abuelo Marco Fidel está en su etapa más avanzada. No recuerda qué comió hace cinco minutos, se sorprende con cosas tan sencillas como cuando cuenta las cuatro ventanas que alcanza a ver desde su alcoba o cuando mira caer las pesadas gotas de la lluvia bogotana. No sabe qué hacer con la comida, e incluso a veces olvida que tiene brazos y piernas.

Andrea Corredor no es la nieta de Marco, pero dejando a un lado la formalidad de la sangre, lo ve como su abuelo. Cuidar de un hombre de 99 años no ha sido una tarea fácil, ella tiene que adivinar casi todas sus dolencias. Si Marco señala alguna parte del cuerpo, si gesticula de forma desconocida o si se queja constantemente, pueden ser indicios de que algo pasa. Pero al principio nunca sabe bien qué es. Porque al abuelo Marco se le olvida absolutamente todo.

Andrea siempre intenta resolver cualquier duda con juegos, le habla como si fuera un niño “le digo, ‘¿aquí qué hay, amor?’ y lo empiezo a tocar a ver si deja salir alguna expresión, porque él ya no comunica qué le duele”, dice.

Hace cinco años dejó su trabajo como administradora de un almacén para dedicarle todo su tiempo al que considera su abuelo, que en realidad es el viudo de su abuela y desde aquella partida muchos pensaban que el viejo – con casi un siglo a sus espaldas- se quedaría solo.

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Cuidadores - Andrea

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Andrea anota todos los medicamentos que tiene que tomar Marco Fidel, pues son muchos y tiene que ser estricta con la hora en que tiene que ingerirlos.

“Yo me imagino que cuando ella cayó en la cama empezó a consentirla, porque cuando uno se recuesta, él lo consiente a uno”, dice Andrea.

Cuando todavía su esposa estaba con vida, a Marco lo llevaron a un asilo, con 92 años, donde lo cuidarían. Pero la atención en ese lugar no fue la mejor, su salud empeoró y empezó a bajar considerablemente de peso. Luisa le llevaba el desayuno todos los días y con el pasar de los días se dieron cuenta que el cuidado que recibía de ella era de lejos más adecuado. De regreso a su casa, solo pudieron costear a la enfermera durante dos meses.

Con la muerte de su abuela Luisa, Andrea no tuvo otra opción que dejarlo todo y convertirse en la cuidadora de su abuelo adoptivo. Aprendió a bañarlo gracias a videos de YouTube, a tomar un estropajo y mojarle el cuerpo por partes, para que no tuviera que entrar a la ducha.

Toda la pensión que Marco Fidel se ganó como sargento del ejército en sus años mozos la destina a su cuidado. Paga la señora que hace el aseo y le cocina, pues su higiene y su dieta son estrictas; y paga los servicios, el arriendo y la comida.

Cuidadores - Andrea

Desesperada compró un estetoscopio con el que intenta buscar sonidos que le parezcan extraños. Aunque no es enfermera, Andrea ha aprendido muchas cosas por su cuenta.

Andrea todavía guarda un recorte de periódico en donde condecoran al mayor Marco Fidel Pedraza como alcalde militar de Guaduas. Pero también se le salen palabras de indignación por los años que él prestó servicio hasta pensionarse y que no se le retribuyen en un cuidado digno.

A veces recuerda comer. Otras veces Andrea tiene que forzar la garganta de Marco y obligarlo a tragar. Aprendió a tomarle la tensión, a operar el tanque de oxígeno para que pueda respirar y hasta compró un estetoscopio para escuchar algún sonido extraño. Le presiona el inhalador, cuando le dio principios de neumonía compró un nebulizador y aprendió a usarlo, porque tenía que hacerle nebulizaciones tres veces al día. Aprendió a sacarle las flemas para que los pulmones no se le llenaran. Todo lo ha aprendido sola, o con instrucciones básicas, bajo el temor de que algo pueda pasarle.

“Si no aprendo eso, ¿cómo le puedo dar algo de calidad de vida a él?”, se pregunta Andrea.

Todas las semanas tiene que ir a alguna sede médica a reclamar medicamentos que no siempre están disponibles porque las dosis se acaban rápido. Andrea le hidrata constantemente la piel, pues se le ha vuelto muy delgada y los doctores le han dicho que tiene que ser su prioridad. Con el roce de las medias, o un pequeño rasguño Marco se hace hematomas o heridas que duran semanas.

Cuidadores - Andrea

Durante muchos años Marco Fidel fue sargento mayor del Ejército. “Sin lugar a dudas es un hombre de trabajo; compenetrado a los problemas, integralmente dedicado al estudio de éstos y lleno de optimismo”.

La Dirección de Sanidad asegura que Marco no necesita de una enfermera. Cuando pidió el servicio le dijeron a Andrea que las reglas habían cambiado y que para que le asignaran una enfermera tenía que tener sondas, gastrostomía o traqueotomía. Andrea quiere que durante el tiempo que que Marco esté en este mundo pueda llevar una vida más digna. Su última apuesta fue vender todos los muebles de la sala para comprar un sillón donde al menos pudiera sacarlo de la cama. Así sea con la ayuda del celador.

Luego pasó una tutela pidiendo un cuidador permanente, que al final ganó, pero Sanidad nunca respondió pronto y cuando lo hizo dijeron que no era responsabilidad de ellos asignar uno. Puso desacato, habló con el abogado de Sanidad y le contaron que no tenían presupuesto así tuvieran que cumplir el fallo. Sin embargo, el desacato llegó hasta el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, y multaron al general Germán López Guerrero, director de Sanidad. Pero nada sucedió.

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Cuidadores - Andrea

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Andrea tiene que mover constantemente a Marco porque se le ha olvidado la noción de su cuerpo. Su piel se ha vuelto tan sensible que tiene que revisar constantemente que la ropa no le cause heridas.

Marco está a punto de cumplir 100 años. Pasa sus días en su cama, a veces escucha música porque es un camino que Andrea ve para que el cerebro se le estimule, le pone reguetón aunque no sea la música que oyó de joven porque sonríe al sonido del dembow y ama ver por televisión la lucha libre. Esos son sus pasatiempos. Su mirada repasa el cuarto como si fuera la primera vez que está ahí, se choca con los ojos de Andrea, sonríe y le manda un beso. A veces saca la lengua cuando quiere molestar, “él ya no es consciente de lo que dice y a veces suelta palabras ofensivas. Así sea solo viva por tres meses o menos, yo quiero que él tenga calidad de vida… así sea solo en sus últimos días”.

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Cuidadores - Carolina

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En muchos días la mayor distancia que puede recorrer Marco Fidel son unos pasos hasta su sillón para desayunar o almorzar. Allí puede tardar hasta dos horas, pues a veces olvida tragar o masticar y necesita de ayuda.

— Andrea siempre intenta resolver cualquier duda con juegos, le habla como si fuera un niño “le digo, ‘¿aquí qué hay, amor?’ y lo empiezo a tocar a ver si deja salir alguna expresión, porque él ya no comunica qué le duele”.