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Muchos aseguran que Mayo del 68 cambió el mundo, pero otros dicen que no fue más allá de la simple esperanza. ¿Cuál es la verdad?
- Por Álvaro Tirado Mejía*
Mayo del 68 es una fecha histórica, pero por sí sola no explica nada. La que sí es fundamental es la década del sesenta que generó una movilización alrededor del mundo y que influyó en la cultura, el aparato educativo, los derechos civiles con inclusión racial, el papel de la mujer y de las minorías sexuales, la moda, el arte, la música, la ilicitud de la guerra de agresión, la irrupción del tercer mundo y la transformación demográfica.
Mayo del 68 coincidió con movimientos y protestas en otras latitudes. En las olimpiadas de México 68, dos corredores afroamericanos levantaron sus puños para apoyar uno de ellos, 'El Black Power'.
Es innegable que ese año sí se dieron diversos acontecimientos fundamentales: protestas en las universidades de los cinco continentes, manifestaciones alternativas de los hippies, el movimiento por los derechos civiles, los disturbios raciales y los asesinatos de Martin Luther King y de Robert Kennedy, el Celam de Medellín y la teología de la liberación, el Mayo francés, la invasión a Checoslovaquia, la matanza de Tlatelolco en México. Pero es importante entender su contexto.
En Estados Unidos y en Europa occidental, los estudiantes protestaban contra el capitalismo, el imperialismo y la sociedad de consumo. En Praga o en Polonia, contra el socialismo real y la presencia soviética. En España, en Grecia o en la mayoría de países de América Latina, contra la dictadura; en México, contra el PRI; y, en China, los guardias rojos cometían sus tropelías en nombre de la lucha contra la burocracia. Su soporte eran, fundamentalmente, los jóvenes, a los que, si bien los separaban los sistemas políticos, los unía la lucha contra la autoridad.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, los aliados contra el fascismo se dividieron en dos bloques en la llamada Guerra Fría. Los jóvenes que abarrotaban las universidades en Estados Unidos, Europa y Japón eran el producto de la proliferación de matrimonios y uniones producto del fin del conflicto bélico. Por otra parte, eran una generación afortunada: no vivieron las guerras, se levantaron en una época de crecimiento económico y no conocieron el desempleo que generó la crisis de los años treinta. Y era también una generación proclive al hedonismo, que protestaba contra los valores de sus padres en medio de la brecha cultural propiciada por el inmenso cambio científico y tecnológico.
Y fue en Estados Unidos, principalmente, donde se dieron las protestas que caracterizaron a esos años como lo plasmo en mi libro Los años sesenta, una revolución en la cultura: la política, aglutinada alrededor del movimiento por los derechos civiles, y la contracultural. La primera tuvo como su figura emblemática a Martin Luther King, con su acción pacífica y de masas, y quien en una sola manifestación, en Washington, reunió a un millón de personas, ante las cuales pronunció su célebre discurso: “Yo tengo un sueño”. El movimiento tuvo su ala radical que llamaba a la violencia e incluso a la lucha armada. Igualmente, aparecieron figuras como Cassius Clay, quien se convirtió al islamismo con el nombre de Mohamed Ali y terminó en la cárcel por no prestar el servicio militar para ir a la guerra de Vietnam.
Mucho más importante que el Mayo francés fue la revolución cultural que se gestaba en ese momento, como el ‘hippismo’, el rock, que en 1967 representó las dos terceras partes de los discos vendidos en Estados Unidos, el LSD y las drogas, la revolución sexual, facilitada por la píldora anticonceptiva, que fue legalizada en esos años, el movimiento feminista, el de los gais y la vida en las comunas.
En agosto, la Policía estadounidense reprimió, durante ocho días, las manifestaciones de los 'hippies' afuera de la Convención Nacional Demócrata.
Y no menos trascendental fue la Primavera de Praga. En Checoeslovaquia se produjo la invasión de las tropas soviéticas y de las del Pacto de Varsovia. Este atropello puso fin a un experimento democrático, contribuyó notoriamente al desmoronamiento del sistema soviético y se convirtió en preludio de la perestroika y de la caída del Muro de Berlín.
Hoy se sigue dimensionando la movida sesentera a partir del fervor de 1968, donde el mayo parisiense se convirtió en un ícono de la lucha contra el sistema autoritario. En Francia, antes del mayo de aquel año, por ejemplo, el estudiante no tenía derecho a preguntar: el profesor se ponía un traje medieval, daba su conferencia en la mitad del salón, le llevaban un vaso de agua y los estudiantes después le podrían preguntar a la asistente. El sistema universitario mundial cambió.
Ese fue quizás uno de los impactos más directos que tuvo tal movimiento en Colombia, un país al que los cambios de los sesenta no llegaron inmediatamente. Bajo el modelo de la Alianza para el Progreso –la estrategia de Estados Unidos en la época para luchar contra el comunismo cubano–, muchos estudiantes se beneficiaron de la cantidad de becas al exterior que se abrieron. En Berkeley, por ejemplo, la prestigiosa Universidad de California, muchos colombianos conocieron el ‘hippismo’, la resistencia a la guerra de Vietnam, y todo ese espíritu contestatario volvió con ellos al país.
La mujer, si bien ya iba a la universidad pero en tímidas cantidades, comenzó a ir masivamente. Tanto que el ingreso a las universidades pasó de 23.013 estudiantes en 1960 a 85.560 en 1970. Otros jóvenes siguieron un camino distinto e ingresaron a uno de los cinco grupos guerrilleros que se conformaron en el decenio. Las editoriales de izquierda comenzaron a proliferar. Y, aprovechando la liberalización del país con el gobierno de Carlos Lleras Restrepo –en pleno Frente Nacional–, el rol de la Iglesia católica comenzó a debilitarse. Los liberales, con mucha pericia, crearon Profamilia y así resolvieron una lucha que las jóvenes francesas dieron en la calle, durante Mayo del 68: la de los derechos sexuales y especialmente el uso de la píldora anticonceptiva.
Hoy, sin embargo, dentro de la misma Francia, se cuestiona Mayo del 68. El expresidente Nicolas Sarkozy (2007-2012) hizo una campaña en las justas electorales contra Mayo de 68 porque lo consideraba el origen de varios males de Occidente: el todo vale y la no diferenciación del bien y del mal, en creer que el alumno vale tanto como el maestro, en el fin de la autoridad, la cortesía y el respeto, donde nada estaba prohibido.
No hay duda de que Mayo del 68 tuvo gran magnitud porque la cultura francesa dominaba el mundo en ese momento (Sartre era el gurú en el mundo). Y, porque como siempre se ha dicho, “cuando París estornuda, Europa se resfría”.
*Profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia. Doctor en Historia de la Universidad de París, I. Su más reciente libro es Los años sesenta: una revolución en la cultura. Bogotá, Penguin Random House, 2014.