De la vergüenza al orgullo: 50 años de Stonewall

Hoy la población LGBTI está en todas partes. Los gays, las lesbianas, los bisexuales, los trans y los intersexuales pululan en la esfera pública como nunca antes en la historia. Lo que muchos no saben es que hasta hace muy poco, la situación era diferente. Ser homosexual obligaba a las personas a llevar una vida clandestina y a correr grandes riesgos para no ser descubiertos. La palabra “gay” ni siquiera existía en el diccionario y para entonces, los países de habla inglesa los definían como queer o fag, términos que en español equivaldrían a marica u otras palabras bastante más fuertes como para ser escritas en esta revista.

Hace 50 años, sentir una atracción sexual o emocional por alguien del mismo sexo era considerado delito y cualquiera que mostrara una orientación diferente a la tradicional era víctima de todo tipo de castigos judiciales y morales. En Estados Unidos, por ejemplo, la homosexualidad fue considerada una enfermedad mental hasta 1973 y, aunque parezca de locos, eran validados los tratamientos con electroshock de reorientación sexual que buscaban eliminar o disminuir los deseos de estas personas a través de métodos que hoy ninguna ciencia respalda.

Si eso ocurría en el país de las libertades, en otras latitudes del mundo la situación no era mucho mejor. En Alemania, durante la época nazi, la homosexualidad fue considerada un rasgo de inferioridad y un defecto genético. Por eso, aquellos que demostraban tener esta tendencia eran arrestados, encarcelados o internados en campos de concentración. Historias se repetían una y otra vez en el mundo: cualquiera que profesara una conducta desigual estaba condenado a perder como mínimo, su trabajo, su familia y sus amigos.

Pero todo cambió el 28 de junio de 1969 en un bar anónimo de Nueva York. Aquella noche, varios miembros marginados de la comunidad gay se reunían en el bar clandestino de moda, conocido como Stonewall Inn en el barrio de Greenwich Village. Como era costumbre, iban allí para bailar y expresarse sin temor a ser reprimidos, pues aunque en la época había otros lugares similares, este era uno de los pocos que permitía que los hombres afeminados se maquillaran y usaran pelucas.

Mientras la comunidad disfrutaba de ese pequeño suspiro de libertad, un intento de la policía por clausurar el lugar, a la 1:20 de la madrugada, comenzó una revuelta que cambiaría la historia de los LGBTI para siempre. Las redadas en los bares gay no eran una sorpresa, pues aunque en el estricto sentido de la palabra no eran ilegales, las autoridades de Nueva York impedían que estos lugares tuvieran licencias para vender alcohol y así tener una excusa para condenar sus prácticas sociales.

Este tipo de atropellos incluso sucedían una vez por mes en el Stonewall Inn pero esa noche fue diferente: al intentar arrestarlos, pedirles la identificación o tratar de comprobar su sexo por debajo de las faldas, los gays y las lesbianas, por primera vez se negaron a aceptar los atropellos policiales.

Según los testimonios, la demora en la llegada de los carros de arresto empeoró la situación: provocó que en pocos minutos más de 100 personas se congregaran en el lugar y empezaran a bromear sobre el drama que estaban viviendo. A pesar de que intentaron echarlos con golpes y empujones, “los drag queen le dijeron a la policía: ‘No nos vamos’. Formaron una línea de fuerza frente al bar y se quedaron allí, bailando y cantando en la calle”, recordó una de las testigos. Cuando por fin llegaron los refuerzos y empezaron a subirlos a los carros, uno de los presentes gritó: “¡Poder gay!”. Luego, muchos conmovidos por la tragicomedia de la situación, empezaron a cantar a viva voz We shall overcome, una canción protesta de Peter Seeger, que ya se había convertido en el himno del Movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.

Pero varios testigos coinciden que el punto de inflexión ocurrió cuando una mujer, que estaba siendo golpeada por un oficial de la policía tras resistirse al arresto, le imploró a la multitud: “¿Por qué no hacen algo?”. Inmediatamente, los clientes de Stonewall y sus partidarios comenzaron a arrojar monedas y otros objetos a la policía. La solidaridad fue tan grande que las autoridades tuvieron que atrincherarse durante el motín. “Nos dimos cuenta de que no estábamos solos, que había muchísimas personas sintiendo lo mismo y ya no había vuelta atrás. Descubrimos un poder del que no éramos conscientes”, relató Danny Garvin, quien estuvo en los disturbios, en el documental Stonewall Uprising de PBS.

Stonewall se había convertido en un hogar para todos aquellos que se sentían extraños en el mundo y no estaban dispuestos a perderlo. Y efectivamente fue así. Los conflictos entre la policía de Nueva York y los manifestantes no pararon allí, sino que se prolongaron durante varios días después del incidente. La brutalidad de la violencia que ejerció la policía en las protestas siguientes y el rechazo de los manifestantes fue noticia mundial. El hecho provocó que gays, lesbianas y trans se unieran más que nunca para gritar al mundo que estaban orgullosos de ser diferentes.

A partir de entonces, el castillo de naipes que los oprimía empezó a derrumbarse. Los disturbios de Stonewall llevaron al primer Desfile del Orgullo Gay, un año más tarde, en 1970. Y pasarían cuatro años para que la Asociación Americana de Psiquiatría eliminara la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. A partir de ahí, los LGBTI se volvieron más visibles que nunca: hoy tienen sillas en las cortes, la televisión, el cine, la música, el arte y hasta llegado a ser presidentes defendiendo su orientación sexual. Además, han ganado importantes luchas como el matrimonio igualitario, pero aún queda camino por recorrer. Todavía siguen siendo marginados y violentados en todo el planeta. En 72 países (un tercio del mundo) la homosexualidad es penalizada y existen 6 en los que está relacionado con la pena de muerte.

En Colombia, aunque se ha avanzado en materia de derechos, la discriminación sigue cobrando vidas. Según los informes recientes de Colombia Diversa, entre 2013 y 2017, fueron asesinadas 549 personas LGBTI y por los menos 195 de ellas fueron motivadas por el prejuicio hacia su orientación sexual o identidad de género. Según Marcela Sánchez, directora de la organización, lo más alarmante es que las investigaciones no avanzan y los responsables no son identificados ni sancionados.

No todo es fiesta a los 50 años de esta revolución, eso está claro, pero aquella mítica noche quedó grabada en la memoria de muchos. Aunque algunos manifestantes fueron hospitalizados, cuatro policías resultaron heridos y el interior de Stonewall Inn quedó destruido, la mañana de ese 28 de junio, cientos de gays, lesbianas y transgénero, regresaron a sus casas con la convicción de que por fin encontrarían su lugar en el mundo. Ese día nació el orgullo gay. Y lo hizo para quedarse.