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Esta columna la empecé hace casi dos semanas. En este lapso fueron asesinados siete reincorporados de las Farc, como fue denunciado ante la Comisión de Paz del Senado y por todos los medios; y al menos otros seis líderes sociales. Los más recientes en Cauca y Córdoba.
Esta columna era. y sigue siendo, sobre el asesinato de líderes sociales, a propósito de la primera sesión pública (televisada) de los Diálogos para la no repetición, del pasado 11 de junio, encuentro convocado por la Comisión de la Verdad precisamente para poner el tema sobre la mesa.
¿Por qué los están matando? ¿Qué estamos haciendo? ¿Cómo lo entienden y pueden explicar los 12 invitados, entre ellos representantes de comunidades, Estado, ONG, Gobierno, sector privado y de la comunidad internacional? Cien testigos presentes y todos los comisionados.
Este primer Diálogo para la no repetición lo repitió: los asesinatos de líderes sociales continúan porque la justica está ausente, el Estado no cumple su palabra, los colombianos evadimos los cuestionamientos de fondo y no queremos escuchar al otro, mucho menos entenderlo.
Y la historia se repite: somos indolentes ante la muerte de líderes sociales y la suerte que corran los colombianos que viven en los territorios. Esa realidad es otra cara de la corrupción: “En los territorios indígenas y afro la justicia no opera; hay desprotección del Estado”. Y “la estigmatización del liderazgo en muchos casos, lamentablemente, viene de los funcionarios”.
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“Reclamar los derechos de las personas y de la naturaleza nos ha puesto en una alta vulnerabilidad, en una amenaza”. “El Estado, el Gobierno, nos ve como una amenaza y debería vernos como una posibilidad del desarrollo de la democracia en Colombia”.
Los líderes sociales de hoy son los sobrevivientes de todas las violencias. Tanto así que, como lo comentó un invitado del Pacífico, ser líder es considerada una actividad peligrosa y, si asumen un cargo más formal o visible, les recomiendan sacar un seguro de vida.
Cuando no es violencia para impedir que recuperen sus tierras o defiendan sus derechos como comunidades, es “corrupción de la política sobre el líder. Si no le juega a la política es agredido, despojado”, como ha sucedido en el sur de Córdoba y otros lugares.
“El pensar diferente es pena de muerte en este país”, dice una voz del Meta, mientras otra comentó que “el Gobierno debería dar resultados en presencia, no en seguridad”. Y todos coincidieron en que “existe la norma, existe el decreto, hacemos catarsis con el Gobierno, pero no pasa nada más de ese ejercicio. La política pública no ha sido consecuente. La garantía en el territorio sigue siendo un proceso estéril”.
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Hay una motivación más en estos asesinatos, como lo aclaró un líder indígena del Cauca: “Entre los pueblos indígenas y el país hay una diferencia de lógica rotunda, igualmente con los hermanos afrocolombianos. Nos encontramos en el problema del territorio: para los no indígenas el territorio es un bien, es riqueza, no la madre. El control de las rentas territoriales está detrás de la violencia actual. No la ideología, no la política”.
En esta primera sesión de los Diálogos par la no repetición se repitieron los motivos por los cuales los líderes sociales y defensores de los derechos humanos están siendo asesinados. La pregunta que no encuentra una respuesta tan concreta, planteada por el presidente de la comisión, Francisco de Roux, es cuánto –si se puede decir así- le cuesta a la democracia del país el asesinato de líderes sociales y “tanta gente valiosa”.
Todas estas muertes, las recientes y las de antes (en 30 años sumamos 5.000 líderes asesinados), ¿cómo van rompiendo y descosiendo el gran tejido que debe tener una sociedad?
Hace años, tras los asesinatos de Lara Bonilla, Antequera, Galán, Pizarro, Jaramillo Ossa, Gómez Hurtado, Cepeda… la gente se preguntaba cómo reemplazar a esa generación perdida, de ser posible; cuál era el costo para Colombia. Hoy, el asesinato de líderes es igual a esos magnicidios, pero multiplicados, con un devastador impacto local y regional.
La pregunta, entonces, no es por qué los están matando, sino por qué no los estamos protegiendo y defendiendo.
@polymarti