Texto: Maria Mesa Rivera
Fotos: Guillermo Torres
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La ribera del río que pasa por la capital del departamento de Arauca, cuyo nombre es el mismo, recibe a miles de familias que llegan desde Venezuela. Algunas van de paso y otras deciden quedarse a probar suerte con un nuevo hogar, un empleo o alguna ayuda humanitaria. Ante la falta de control oficial en la frontera, las aguas de este río unen a los dos países en solo dos minutos.
Al llegar, los migrantes dejan sus primeras huellas en el malecón araucano: allí se quedan para el rebusque diario sin saber que Arauca tiene una alta tasa de desempleo en 24,9 por ciento en 2018, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE).
Esta situación y la falta de documentación necesaria obliga al migrante a revender mercancía o prestar servicios en los andenes de Arauca, que además, funcionan como albergue para cerca de 270 familias venezolanas y colombianas que no tienen a dónde más ir. La ciudad no cuenta con refugios o espacios destinados a acoger a esta población, cuya única opción es la calle.
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Arauca registró en 2018 una de las tasas más altas de desempleo en la región con 24,9 por ciento, según el DANE.
La Defensoría del Pueblo ha atendido durante este año a 1.527 personas. Los derechos que más reclaman los migrantes y retornados en la Arauca son: la salud, la educación, el trabajo.
La cifra de venezolanos con documentos en Arauca alcanza solo el 34,6 por ciento. Y, a este panorama poco alentador para quienes llegan, se les suma la historia de un departamento que ha sufrido por la fragilidad en las instituciones del Estado y el conflicto armado por la presencia del grupo guerrillero Ejército de Liberaciòn Nacional (ELN).
En este año, la Defensoría del Pueblo ha emitido alertas tempranas en todo el departamento por los riesgos que vive esta población dada la existencia de grupos ilegales y los peligros que esto representa: reclutamiento de menores, microtráfico, violencia contra la mujer o la población en general. Pese a eso, no se han tomado cartas en el asunto “por ejemplo, en temas de migración aunque hay presencia de diferentes ONGs la ayuda no está articulada. Y si hablamos de reclutamiento al Gobierno le da reunionitis, ellos son expertos en levantar información pero no hay acciones concretas”, afirmó Deison Mariño, defensor del pueblo en esta región.
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Para Víctor Verona la compraventa de bolívares se le convirtió en un oficio estable, que le permite visitar cada mes a su familia y enviarles dinero suficiente para sobrevivir.
Entre el Amparo (Venezuela) y Arauca (Colombia) bastan solo dos minutos y 2.000 pesos para cruzar por el río Arauca hacia algún lado de la frontera y sin ningún control. Cerca de 50 canoas prestan el servicio de transporte a quienes llegan o se van con víveres, electrodomésticos o cualquier tipo de producto.
En el muelle araucano, conocido también como el “comercio venezolano”, solo se negocia en pesos. Es así como Víctor Verona se rebusca la vida en la compraventa de bolívares a las orillas del río. Su actividad y la de otras cinco personas más consiste en comprarles a quienes llegan y venderles a los que se devuelven a Venezuela. Por cada cambio se ganan 2.000 pesos. Verona llegó hace dos años a Arauca y aunque tiene Permiso Especial de Permanencia (PEP) no ha logrado conseguir un trabajo estable. En Colombia vive solo, pero envía dinero semanalmente a su familia y una vez al mes viaja trece horas, hacia Lara en Barquisimeto, para verlos.
Con 25 años y dejando en Venezuela su familia, casa, moto y otras comodidades logra sostenerse con el trabajo de cambio de bolívares. Las ganancias varían entre 20.000 y 50.000 pesos diarios, “me va muy bien acá pero quisiera estar con mi familia en mi país. Sueño volver a vivir con mis dos hijas y mi esposa, pero están en una casa que les compré y no queremos abandonarla”, dijo Verona.
Arauca, según datos de Migración Colombia, ha recibido a 24.989 migrantes venezolanos. Álvaro Rivillas es uno de ellos, hace tres años pisó tierra colombiana y vender frutas se convirtió en la primer oportunidad para enviarles dinero a sus dos hijos en Venezuela. Rivillas cuenta que, a pesar de que nunca se quedó sin trabajo, soñaba con volver al oficio que ejercía en su país: la barbería.
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Álvaro Rivillas, el barbero del malecón logró volver a su profesión después de tres años y su peluquería al aire libre es el sustento para enviar dinero a su familia en Venezuela.
Volver a trabajar como barbero le recordaba los tiempos en los que compartía con sus amigos y familia. Aunque no fue fácil comprar de nuevo la máquina, la capa y la peinilla ahorró durante unos años para lograrlo. Después de eso, tener un lugar dónde prestar su servicio no fue tan difícil porque en el malecón hay sitio para todos.
Las jornadas de trabajo de este joven estilista van desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde y el cobro es máximo de 5.000 pesos. “A veces no me alcanza para pagar todo, pero por lo menos disfruto lo que hago. Este trabajo y los sacrificios son por mi familia”,dijo Rivillas, de 28 años, quien tiene intacto el sueño de regresar a su país.
Ambos venezolanos se encuentran trabajando en el sector Foro los Libertadores, que antes le pertenecía al turismo y hoy es escenario de comercio para al menos 50 personas más. Las quejas por el desorden y poco aseo de esta zona y todo el malecón se empezaron a sentir en la ciudad, pero hace nueve meses con el retorno a Colombia de José Wilson Castro la cara de este sitio cambió para todos.
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El sector del muelle conocido como Foro de los Liberadores permanece limpio gracias al trabajo de José Wilson Cano quien todos los días barre y recoge las basura que hay en esta zona. Los comerciantes le pagan por su servicio.
La Ley Retorno o ley 1565 de 2012 busca acoger a los colombianos que voluntariamente decidieron volver al país. De esta manera crea incentivos de carácter aduanero, tributario y financiero.
“Vi en esta circunstancia una oportunidad de empleo. Por eso todos los días me encargo de barrer y recoger las basuras de este lugar”, dijo Castro un llanero que decidió volver a su país para empezar de nuevo. Este colombiano, su esposa venezolana, María Amparo Vidal, y sus hijos llegaron a Colombia este año.
A falta de oportunidades de empleo formal, estos esposos decidieron levantarse cada mañana a barrer y limpiar las calles hasta el atardecer. Sus ganancias varían entre 25.000 y 30.000 pesos entre los dos, según lo que les paguen los comerciantes del sector.
José Wilson esperaba que las condiciones para los retornados fueran distintas, sin embargo, a pesar de la existencia de la ley 1565 de 2012 que tiene como objetivo acompañar de manera integral a quienes regresaron voluntariamente al país, para la familia Castro Vidal el nuevo comienzo en Arauca ha sido igual de difícil que para un migrante venezolano.
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Rosmery se convirtió en la protectora de cientos de migrantes venezolanos que viven en el malecón araucano. Como cada día la población aumenta, le hacen falta manos para ayudar.
Otro de los sectores, en la ribera del río Arauca, es La Cámara: allí el comercio es poco, pero abundan los cambuches improvisados. Hay hamacas colgadas en los árboles, mujeres cocinando con leña y niños jugando alrededor del lugar. El paisaje no cambia, pero la población aumenta diariamente.
Rosmery Moreno, una lideresa social retornada de Venezuela, vela por la seguridad de los migrantes que se encuentran en situación de calle. Todos los días camina por el malecón para asegurarse de que todos sobrevivieron una noche más a la intemperie y a los peligros que los rodean. “Mi labor es visibilizar esta población y buscarles ayuda humanitaria, la prioridad siempre son los niños, madres gestantes o adultos mayores”, aseguró.
En el trabajo diario por este muelle, les explica a los migrantes que llegan por primera vez cómo son las dinámicas sociales en esta zona, cómo pueden protegerse, qué instituciones pueden brindarles ayuda y, en caso de traer productos, les dice dónde pueden venderlos. Rosmery envía a la Defensoría del Pueblo a la mayoría de personas para que reclamen sus derechos y denuncia allá mismo cuando son agredidos por la misma comunidad o la fuerza pública.
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Save the Children tiene espacios amigables, en los cuales los niños y adolescentes pueden aprender y jugar en carpas dispuestas por la organización.
Son muchos los peligros en la calle. Al departamento de Arauca nunca llegó la paz y la presencia del ELN es más que notable. “A mi preocupan los casi 200 niños que viven y duermen en los andenes, ellos no asisten al colegio y son presa fácil para los grupos armados” afirmó la lideresa.
Una familia del malecón contó que su hija de 15 años estuvo a punto de irse reclutada por la guerrilla. “Si no fuera por su hermano, quien estuvo atento a las alertas, y la convenció de quedarse, ella estaría en el monte”, contaron algunos habitantes de la zona. La niña se enamoró de un miliciano, una de las artimañas más usadas por esos grupos para llevarse niñas, especialmente. Él la localizó a las afueras del colegio y no se conoce por cuánto tiempo estuvieron comprometidos. La niña tuvo que irse de Arauca por temas de seguridad.
3.496 migrantes venezolanos cruzaron hasta ahora por el puente internacional José Antonio Paéz en Arauca. Según datos de Migración Colombia 3.398 afirmaron que viajaban al país por motivo de residencia (97%).
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En las calles de Arauca hay alrededor de 200 niños, estos pueden ser presa fácil de los grupos al margen de la ley.
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En la ribera del río es usual encontrar servicios para acceder al país vecino: minutos, transporte y hasta envío de dinero. Los productos típicos como tequeños, maltín polar o sus golosinas
Por situaciones como estas y otros casos concretos de reclutamiento en la ciudad y el departamento de Arauca, la Defensoría ha hecho alertas tempranas durante este año, porque la población está en peligro.
Esta entidad espera pronta respuesta del gobierno ya que la sensación de miedo e incertidumbre se apodera de los ciudadanos. “Pareciera que el conflicto empezó ayer y apenas están haciendo un diagnóstico, no tienen información ni una oficina encargada de hacerle seguimiento al tema: por eso el reclutamiento nunca termina”, afirmó el defensor.
Aunque el Estado poco se manifiesta, 23 organizaciones humanitarias hacen presencia en la capital de este departamento. Una de ella es Save the Children, que desde 2017 está en la ciudad. Uno de los objetivos es cuidar a los niños y jóvenes de riesgos como explotación sexual, trabajo infantil, mendicidad, abuso y reclutamiento, siendo este último uno de los peligros más grandes en la zona.
Cada día hay alertas por casos de reclutamiento: no solo se trata de las niñas que abandonan sus familias por irse con su pareja, también se ven estrategias que usan los grupos armados que buscan a los niños o adolescentes con la promesa de darles un trabajo en fincas y pagarles a sus familia en Colombia o Venezuela. Los convencen de los beneficios de la nueva vida mostrándoles motos, dinero o armas para que se sientan con poder, de acuerdo con esta organización.
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Los migrantes dejan sus primeras huellas en el malecón araucano allí pueden vender productos o prestar servicios para el rebusque diario.
Hasta la fecha hay 2.000 solicitudes de refugio y, según la Defensoría del Pueblo, solo 180 personas han sido reconocidas como refugiadas en esta ciudad.
Ni Save the Children ni la Defensoría dan cifras del fenómeno. Dicen que se trata de datos imposibles de conocer porque en ocasiones las personas no denuncian. En estos casos entonces, esta organización internacional hace presencia con 30 personas encargadas de los procesos legales y la protección del ciudadano, para brindar acompañamiento y confianza a las familias en Arauca.
En este contexto, la organización tiene una movilización comunitaria en las zonas de más riesgo. Ellas están dentro de las comunidades permanentemente, Save the Children las capacita para proteger a los niños y su objetivo es identificar en el entorno cuáles son los factores de riesgo y prender las alarmas en caso de ser necesario.
Alarman cosas como niños que aparecen con dinero y no explican de dónde salió; menores o adolescentes que se comportan como gente mayor y cambian su vocabulario de un momento a otro. Niñas que llegan a altas horas de la noche a su refugio y no dicen dónde estaban o que hablan con sus amigos y familias sobre ganar plata y tener mejor vida.
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En el departamento de Arauca hay por lo menos 100 asentamientos informales, según datos de la Defensoría del Pueblo. Cerca al malecón de la capital está ubicado uno de ellos, al menos 70 venezolanos viven allí y ya el dueño de la propiedad exigió desalojarlos
Save the Children enfatiza en que las ayudas humanitarias siempre son temporales y lo importante es dejar una capacidad instalada en la población que vive en Arauca para que se protejan entre ellos mismos. “Ahora los métodos de reclutamiento han cambiado, ya no hay una salida forzosa. Estos grupos al margen de la ley hacen un proceso de enamoramiento y seducción” aseguró Karen Molina, gerente de la oficina de Save the Children en Arauca.
“Las personas deben dejar de naturalizar estos hechos delictivos y el estado debe brindarles garantías o por lo menos confianza para la denuncia”, concluyó, por su parte, el defensor del pueblo.
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La comunidad afirmó que alrededor de 1.000 personas cruzan a diario por el río Arauca, sin embargo no se tienen cifras claras porque no hay ningún tipo autoridad o control migratorio en esta zona.