Revista Semana

Migración: historias al
borde de la frontera

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Pablo Escobar - Barbarie

Norte de Santander:
La Parada, el barrio donde gobierna el caos

Texto: Julián Sáenz

Fotos: Esteban Vega

deslice

Migración venezolanos en Norte de Santander

Así es la vida en un lugar donde se comercia con celulares robados, los antibióticos se venden en las calles como empanadas y los criminales extorsionan incluso a los trocheros que cruzan el río Táchira.

“Yo tengo lomo, papi, déjeme probarme. Yo le llevo todo eso”, grita con insistencia un hombre moreno, alto y acuerpado que se gana la vida transportando sobre sus hombros maletas y mercancías de un lado al otro de la frontera. Su trabajo se conoce como trochero o carretillero, una de las extrañas profesiones que abundan en la informalidad de La Parada, el primer barrio colombiano que encuentran los venezolanos al pasar por el Puente Internacional Simón Bolívar y que hace parte del municipio de Villa del Rosario en Norte de Santander.

La sentencia de este trochero, quien está seguro de su fuerza, hace juego con su mirada amenazante, pues sabe que como él hay por los menos mil personas que se pelean a diario por transportar las diferentes mercancías de quienes quieren cruzar la frontera y llevar víveres a San Antonio del Táchira, en Venezuela.

En segundos, estos hombres y mujeres colombianos y venezolanos, que ofrecen sus servicios a toda hora, rodean los taxis, buses y autos particulares que van llegando a La Parada. Un día normal se vive entre empujones y acuerdos tácitos, que generalmente ganan los más fuertes. Así los trocheros se reparten los cargamentos.

En una veintena de cuadras donde antes vivían aproximadamente 2.000 personas ahora se recibe la presión diaria 40.000 según algunos estimados de la alcaldía Villa del Rosario.

Pero esa aparente normalidad es frágil. Basta con que alguno sienta que no respetan su turno o que lo miran con malos ojos para que se desate una riña entre golpes y puñaladas. En medio de la confusión, la gente corre a resguardarse mientras la policía empieza a disparar perdigones para recuperar el control de una zona en la que el pie de fuerza no da abasto.

Así, con una bienvenida caótica, La Parada recibe a los venezolanos que atraviesan la frontera y a quienes llegan de Cúcuta para cruzar hacia Venezuela. Los trocheros y su lucha por subsistir son un aviso de cómo se vive en este barrio limítrofe, en un municipio que está a 15 minutos en carro de Cúcuta.

En las mismas veinte cuadras donde antes vivían unas 2.000 personas, hoy circulan a diario unas 40.000, según estima la alcaldía municipal. Muchos de ellos son migrantes que llegan al país huyendo de la crisis económica, política y social que vive Venezuela. Al llegar a Colombia tienen pocas opciones: unos entran en dinámicas delictivas y otros luchan por un sustento diario.

La Parada reúne todos los males: presencia de grupos armados organizados y delincuenciales que se disputan el control de la zona, tráfico de drogas, explotación sexual y laboral, extorsión y contrabando. Hay quienes aseguran que, por las trochas, los vivos transitan de día y los muertos, de noche.

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La informalidad en La Parada es tan grande, que incluso en las trochas se ve comercio.

El espejo del departamento

Los migrantes que atraviesan las ramificaciones de las trochas al llegar a La Parada se encuentran con un mercado a cielo abierto, cuyas calles parecen laberintos estrechos enmarcados por toldos de comercio informal.

Todos intentan ofrecer algún producto o servicio y es común escuchar a través de gritos las promociones del día. Ocho kilos de papa y ocho manzanas cuestan lo mismo: 5.000 pesos. Un par de metros más adelante venden celulares usados por un valor que oscila entre los 150.000 y los 200.000 pesos. Hasta los antibióticos y los anticonceptivos se consiguen en la calle, donde también se comercian carnes sin refrigerar.

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Las calles de La Parada siempre están llenas de comerciantes informales que buscan su sustento diario y son víctimas de la extorsión.

Un barrio que recibe miles de migrantes pendulares esconde muchos peligros y refleja todos los males que afectan al departamento. Jorge Villamizar, defensor regional de Norte de Santander, asegura que en la región el conflicto armado pasa por los enfrentamientos entre el ELN, el EPL, los grupos armados posdesmovilización y el reacomodamiento en el territorio de las disidencias de las Farc.

Estos grupos ilegales se disputan el control territorial, la producción y el procesamiento de cultivos ilícitos, las rutas de narcóticos, las armas y el contrabando. Esto ha generado desplazamientos, restricción en la movilidad, confinamientos y homicidios a excombatientes, líderes comunitarios y defensores de derechos humanos. En la mitad están los venezolanos.

Pero ellos no denuncian los crímenes de los que son víctimas porque son irregulares y la mayoría no tiene papeles, lo que se suma a la lista de dificultades para lograr atención en salud, educación o para regularizarse en el país.

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Los niños del barrio La Parada quedan atrapados en medio del caos. La Defensoría abrió un corredor humanitario para que los niños venezolanos puedan cruzar la frontera y estudiar tranquilos en Colombia.

Según Villamizar, los niños, niñas y adolescentes venezolanos también son víctimas del reclutamiento en todo el departamento. Aunque no hay una cifra exacta de cuántos pueden ser, porque los casos son presuntos, preocupa que los jóvenes acaben trabajando como raspachines, campaneros, informantes e incluso sean reclutados por los grupos armados. Eso sin contar con los que son explotados para realizar trabajos en los cascos urbanos hasta altas horas de la noche.

Las personas que transitan por las trochas están expuestas al abuso sexual, la extorsión y al enfrentamiento de los diferentes grupos armados que están tanto del lado colombiano como venezolano.

“La Policía -dice Jorge Villamizar-está allí y hace lo que puede. Son muchos los derechos que pueden ser violados en La Parada. Con el trabajo de la Defensoría logramos realizar un camino humanitario para que los niños que vienen de Venezuela a estudiar puedan hacerlo de manera segura, lo mismo para los menores de edad que tienen que realizarse tratamientos médicos. Pero son muchas las vulnerabilidades”.

El pequeño barrio es un espejo de los males de todo el departamento y, si se quiere, del país. Según Migración Colombia, en lo corrido del 2019 por el Puente Internacional Simón Bolívar ingresaron 425.762 personas y solo los dos últimos meses (agosto y septiembre) lo hicieron 94.041. Todo esto sin contar la cantidad de migrantes que acuden a las trochas arriesgando su vida ya sea porque no tienen los documentos necesarios o porque quieren evitar las largas filas o los controles de la Dian y Migración.

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Cualquier esquina de La Parada puede servir para comerciar, dormir o comer.

Preservar la vida

Los migrantes venezolanos y colombianos retornados, que logran superar la extorsión de los colectivos en Venezuela, llegan a un lugar donde pueden correr los mismos peligros. La Parada es una zona de altos decibeles, donde los gritos de comerciantes se mezclan con los pitos de los carros y la música que sale de los bares. Parece que las voces bajas, el silencio, están reservadas cuando se nombran a las bandas criminales.

El Tren de Aragua, los de La Frontera, la Línea, los Bota de Caucho, los colectivos venezolanos y en zonas aledañas y la presencia del Frente Urbano Carlos Germán Velasco del ELN generan pavor. A estos se suman el Clan del Golfo o los urabeños, que según los habitantes están al mando de alias el ‘Paisa’ y su segundo, ‘Caregato’. Se dice que ellos manejan la mayor parte de la extorsión a los comerciantes grandes, medianos y pequeños.

En Villa del Rosario la situación de seguridad es crítica. Según Medicina Legal, en lo corrido de este año en el municipio han asesinado a 11 personas, la misma cantidad que en 2017, solo cuatro por debajo de la cifra de 2018. En 2015 y 2016, se presentaron tres asesinatos, mientras que desde 2017 ya van 37.

Según Migración Colombia, por el Puente Internacional Simón Bolívar en lo corrido del 2019 ingresaron por el puente 425.762 personas y en últimos dos meses lo hicieron 94.041.

La Policía Nacional dice que ha desarticulado varios de estos grupos y que, a diario, en toda la zona limítrofe diferentes patrullas cubren con el Ejército los 143 kilómetros de frontera del departamento donde también existen puntos móviles de migración y atención humanitaria donde trabajan con la Cruz Roja y la Defensoría del Pueblo.

Según el Coronel José Luis Palomino, comandante de la Policía Metropolitana de Cúcuta, unos 200 a 300 hombres patrullan la zona de lunes a viernes y, los fines de semana, pueden ser entre 500 y 600 policías.

El dinero es el mayor atractivo para los grupos armados organizados que operan en La Parada. El coronel Palomino asegura que “los carreteros pueden ganar por trayecto 10.000 pesos al día. Eso genera alrededor de 16 millones de pesos, pero puede ser mucho más. Además, los venezolanos que vienen a Colombia a recibir remesas, que están entre 25 y 300 dólares, también manejan varios recursos. Si hablamos de un promedio de 50 dólares, cada día se mueven 1.500 millones de pesos que reciben y gastan en Colombia para llevar a Venezuela. Por eso es grande el reto de brindar seguridad a 45.000 seres humanos en migración pendular”.

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Tanto en Villa del Rosario como en San Antonio de Táchira todo puede ser comerciado. Los trocheros pasan desde cobre hasta llantas a Venezuela.

Un barrio humanitario

En La Parada es común ver arrumes de maletas, que parecen sin dueño, amontonadas en las calles. Las dejan los migrantes mientras rebuscan el sustento para sus familias. Nadie las cuida. Pero no se las roban.

Los que viven en albergues, que como mínimo tienen que pagar 3.500 pesos por noche y duermen hacinados, salen bien temprano en la mañana para hacer largas filas en la cancha de fútbol del barrio y recibir un desayuno en la Casa de Paso La Divina Providencia, que dirige el padre David Cañas.

“En 2018 empezamos a preparar nosotros mismos los alimentos y en la actualidad repartimos por día entre 4.500 y 5.000 almuerzos. A las 6 de la mañana llega el personal y, mientras unos voluntarios se dedican a la preparación de los desayunos y a repartirlos, otros van a preparar el almuerzo. Nosotros nacimos para servir y vamos a ayudar a los venezolanos hasta que todo se solucione”, dice el padre Cañas.

La Parada concentra diferentes grupos armados como el Tren de Aragua, los de La Frontera, los Bota de Caucho, los colectivos venezolanos y en zonas aledañas la presencia del Frente Urbano Carlos Germán Velasco del ELN.

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Según Medicina Legal, desde 2015 hasta hoy en Villa del Rosario han habido 40 homicidios. En ocasiones también migran algunos cuerpos por el Puente Internacional.

María Leonor Civile, quien viene de Maracay y llegó al país con sus tres hijos y su esposo, Noel Villegas, va al comedor del padre. Mientras hace fila con los niños para recibir desayuno y después almuerzo, Noel consigue lo del albergue como trochero, una profesión que nunca había realizado y que le ha costado golpes y dolores de espalda. Aún así, siempre sale a trabajar.

“En Maracay dejamos nuestro ranchito, dejamos todo. Al llegar a Colombia no esperábamos que las cosas fueran tan difíciles. Me preocupa el bajo peso de mis hijos y sus alergias en la piel”, dice María.

El alcalde de Villa del Rosario, Pepe Ruiz, considera que ahora son más los migrantes que se están quedando ya que en países como Perú o Ecuador les exigen visado o intensifican las restricciones para que ingresen. Para él, “la ayuda humanitaria, tal vez, deba centrarse en este momento en la generación de empleo, que la gente que llegue se pueda ocupar en algo y reciba un sueldo”.

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Entre 200 y 300 policías patrullan a diario la zona fronteriza para proteger a los migrantes.

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Los contenedores utilizados para impedir el paso de las ayudas humanitarias, ahora pintados, siguen obstaculizando el paso de quienes buscan cruzar la frontera.

La Parada puede definirse como un barrio de contrastes, donde la pobreza convive con el dinero y la inseguridad, con las organizaciones que ayudan a los migrantes venezolanos y a los colombianos retornados.

En La Parada están las sedes de varios organismos como Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la Cruz Roja Colombiana, la Fundación Halü, la Organización Panamericana para la Salud, Unicef, el Consejo Noruego, Profamilia, Fundación Tierra de hombres Italia, Ayuda en Acción, el Programa Mundial de Alimentos, la diócesis de Cúcuta y Proyect Hope.

En el Puente Internacional hay espacio de apoyo en donde funcionarios de Acnur, Cruz Roja, la Organización Panamericana de la Salud, Unicef, Consejo Noruego y OIM trabajan de forma articulada. Allí se vacuna a los niños, se presta atención en medicina general, hay un servicio de baterías sanitarias e hidratación y se presta orientación sobre las alternativas de regularización migratoria, entre otros servicios.

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Según Migración Colombia, por el Puente Internacional Simón Bolívar han ingresado 425.762 personas. La cifra puede ser igual o superior en las trochas.

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Los migrantes abandonan sus maletas en las calles mientras buscan el sustento. Mientras tanto, los niños descansan donde pueden.

“Desde la oficina de Acnur estamos atendiendo la situación de Venezuela porque consideramos que la mayor parte de las personas que salen de ese país necesitan protección internacional como refugiados. Los atendemos porque creemos que muchos de ellos son refugiados aún cuando no han solicitado esta condición en Colombia y aún no hayan sido reconocidos como tal en el país”, declaró Rafael Zavala, jefe de la suboficina de Acnur en Cúcuta.

Por lo menos diez instituciones destinan recursos para ayudar a la población de La Parada y trabajan diariamente a pesar de las condiciones de seguridad que se viven en el barrio. Según la Cancillería, en 2018 ingresaron al país 179 millones de dólares para hacer frente a la situación migratoria. La Organización de Naciones Unidas (ONU) considera que, para 2019, Colombia necesitaría de 315 millones de dólares para destinarlos en atención. Hasta el momento solo se han financiado 197.

La Parada tiene dos caras la de la inseguridad y el peligro y la humanitaria y de servicio, pero ambas piden auxilio.

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En los albergues, en donde viven hacinados, los migrantes pagan mínimo 3.500 pesos por noche.