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Frank Sinatra acompañó la primera noche del biólogo Patricio von Hildebrand en El Estadio de Chiribiquete, esa formación rocosa y circular que se alza en el corazón de la amazonía profunda colombiana, entre Caquetá y Guaviare y que deja sin aliento a quienes la encuentran de frente.
El parque es un lugar clave para la conservación de especies en peligro como el jaguar, el delfín rosado, la danta, el guacamayo y la salamandra tritón.
Fuente: Documento de nominación del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete ‘La maloca del jaguar’ para la inscripción de la Lista de Patrimonio Mundial.
El Estadio de Chiribiquete tiene una entrada de piedra de 50 metros de alto y un túnel con dos quebradas que se unen adentro. “Es una catedral”, dice Patricio con emoción. Solo el tiempo y el agua pudieron tallar este cerro con un hueco en la mitad y resguardar una selva virgen, alrededor, con especies ancestrales, esas que los científicos llaman dinosaurios vegetales.
La profunda voz del cantante estadounidense fue lo único que se sintonizó en el radio viejo de Curupira, un indígena miraña del Brasil y cómplice de las aventuras de Patricio, un alemán que llegó a ese punto de la Amazonia colombiana décadas antes de que la película Colombia: Magia Salvaje le hubiera mostrado a los colombianos esa belleza. “Fue un concierto maravilloso”, recuerda el científico con algo de nostalgia.
Antes de arribar a El Estadio, quizás el sitio más emblemático de ese parque mítico, habían estado perdidos durante ocho días. La naturaleza ahora los recompensaba: el cielo se abrió y las estrellas podían contemplarse en medio de la sinfonía de una noche perfecta en la selva.
Para la mitología indígena ir a este lugar es pasar al otro mundo. Patricio se sentía exactamente así. Durante su estadía pudo ver pedacitos de cerámica que pertenecieron a los antiguos pobladores del lugar y pinturas rupestres en la cabecera del río Cuñaré.
El biólogo alemán vivió en Chiribiquete durante diez años. Recorrió las selvas junto a un indígena. Juntos descubrieron la magia del emblemático Nacimiento del Mundo. Escúchelo.
Para entender la dimensión del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, usted debe multiplicar por tres el tamaño del Parque Nacional Serengeti, el más emblemático de África, también Patrimonio de la Humanidad. Chiribiquete es hoy el Parque Nacional Natural de selva húmeda tropical más grande de nuestro continente.
En Chiribiquete los árboles alcanzan hasta 20 metros de alto y las montañas rocosas, conocidas como tepuyes, de más de 1.500 millones de años de antigüedad, tienen una altura de hasta 800 metros de alto, es decir, un poco más de cuatro veces el tamaño de la Torre Colpatria.
Es el área protegida más grande de Colombia: pasó de 2,7 millones de hectáreas a 4,2 millones con la última ampliación que la convierte en nodo de contacto entre Amazonia, Andes y Orinoquia.
Y luego de que una comisión de la Unesco -conformada por antropólogos y biólogos- visitara la zona en octubre de 2017, en el proceso de declararlo como Patrimonio de la Humanidad el pasado 2 de julio de 2018 fue designada Patrimonio Mundial Mixto. Es decir, excepcional para la humanidad en dos categorías: patrimonio natural y cultural.
Pocos han oído hablar del Chiribiquete. Se trata de un lugar inexplorado que muy pocos seres humanos han podido recorrer. Queda mínimo a una hora en helicóptero desde San José del Guaviare, donde está el aeropuerto más cercano. Para ir hay que invertir una pequeña fortuna, pues cada hora de vuelo vale algo más de 4.500 dólares. No hay manera de adentrarse caminando por la maraña de la selva. Tal vez las únicas que logran esta travesía son las dantas que, con hasta 300 kilos de peso, se abren camino.
En el Parque Nacional Natural de Chiribiquete han sido documentados murales con más de 70.000 pictogramas. El jaguar es el protagonista de estas obras de arte de la antigüedad.
Fuente: Documento de nominación del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete ‘La maloca del jaguar’ para la inscripción de la Lista de Patrimonio Mundial.
Aunque se suele decir que la Amazonia es el pulmón del mundo, quizás no alberga un tesoro mayor que sus aguas. La selva entera le entrega al planeta una sexta parte del agua dulce, y en el Chiribiquete puede que corran las más cristalinas. El gran expedicionario Wade Davis en su más reciente libro, Los guardianes de la sabiduría ancestral, resume el poder de esa riqueza que lleva consigo la selva. “Al fin y al cabo es la más grande expansión terrestre de vida tropical que existe en el mundo, un bosque pluvial aproximadamente del tamaño de los cuarenta y ocho Estados Unidos contiguos, un manto de riqueza biológica tan dilatado como la cara de la Luna llena”, escribe uno de los mayores conocedores de esa esquina del planeta.
En medio de tepuyes y selvas, en el Chiribiquete corren aguas de colores. Los ríos blancuzcos nacen en la cordillera Oriental. Los negros dentro de la selva como el Ajajú y las aguas rojizas se forman por cuenta de las cargas de ácido húmico, ácido fúlvico y tanino. El mejor de sus espectáculos, cuenta el agrólogo Pedro Botero, parece una fantasía: en medio de los aguaceros se forman imponentes cascadas que bañan sus paredes. Para él, que ha recorrido la selva durante años, no existe un agua más pura que la del parque pues por años ningún ser humano ha podido contaminarla.
Para el biólogo Hugo Mantilla-Meluk, autor de la pieza, Chiribiquete es un museo viviente que, como el origen griego de esta palabra nos señala, es el hogar de las musas, el lugar donde se nutre la inspiración humana.
Voz: Cristian Leguizamón
Los indígenas les llamaban a estos tepuyes “Las mesas de los dioses”. Las formaciones rocosas alcanzan 240 kilómetros de largo y 90 de ancho. Hasta ahora, se sabe que en sus laberintos vivieron por siglos los temidos indígenas karijona, altos, acuerpados, belicosos y caníbales. Se dice que hace siglos estas tribus nómadas eran tan sanguinarias que su plato favorito estaba compuesto por indígenas huitotos, catalogados como sus enemigos.
Los árboles alcanzan hasta 20 metros de alto y las montañas rocosas, conocidas como tepuyes, de más de 1.500 millones de años de antigüedad, tienen una altura de hasta 800 metros de alto.
Fuente: Documento de nominación del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete ‘La maloca del jaguar’ para la inscripción de la Lista de Patrimonio Mundial.
Para ellos, el Chiribiquete era el centro del mundo. Lo veneraban tanto que dedicaron parte de su tiempo a pintar en las rocas animales de la selva, rituales y representaciones fálicas. De ahí el nombre del lugar, pues Chiribiquete significa en karijona ‘cerro donde se dibuja’. Hoy se cree que los últimos de ellos se extinguieron por culpa de la explotación del caucho y enfermedades como la viruela, el sarampión y la gripa a principios del siglo XX.
Estos trazos de karijonas constituyen hoy el arte rupestre más antiguo de América. Los jaguares rugiendo y las postales que quedaron de la guerra y la caza, pintados con materiales derivados del óxido de hierro, constituyen una especie de Capilla Sixtina de la Amazonia. Su inventario de obras tiene identificadas, de acuerdo con el Ministerio de Cultura, más de 50 páneles de 7 metros en promedio, con aproximadamente 70.000 pinturas de arte rupestre de estilo hiperrealista y con escenas que dan la sensación de movimiento. Aparecen representaciones anecdóticas, así como escenas de rituales genéricas, con caracterizaciones ocasionales de figuras chamánicas, espíritus y elementos totémicos. Se calcula que las más antiguas fueron plasmadas en la roca hace 12.000 años.
Entre los grupos indígenas actuales más cercanos a Chiribiquete se encuentran los macuna, barasano, eduria, tatuyo, tuyuca, itana y carapana, de la familia lingüística tukano. Ellos se reconocen como hijos del jaguar del Yuruparí.
El arqueólogo Carlos Castaño Uribe es un gran conocedor y estudioso del arte rupestre del Chiribiquete. Su primer descubrimiento -un mural de 200 metros de largo y 5 metros de ancho- lo hizo en los años noventa, después de una travesía digna de una película de acción. Voló en helicóptero hasta el sitio donde había visto unos manchones poco comunes en las rocas. Luego abrió una trocha dentro de la selva y escaló un tepuy. “Levanté mi cabeza y vi ese mural enorme. El recibimiento me lo dieron dos figuras de jaguares, cada una como de dos metros de largo. Yo quedé absolutamente impactado. A ese sitio lo denominé: el abrigo rocoso de los jaguares”.
Castaño pudo concluir, entre varias cosas interesantes, que los indígenas que pintaron estos dibujos tuvieron que construir andamios. “Nos ha tocado ascender o descender los tepuyes. Hay paredones en Chiribiquete de 600, 700 metros y generalmente la localización de estas pinturas está en la parte media”. Porque a esta altura estaba el lienzo ideal: rocas lisas y compactas que permitían hacer dibujos detallados.
Las pinturas son tan asombrosas que apenas se conocieron, el diario The Guardian publicó un artículo titulado ‘El arte más inaccesible del mundo se encuentra en el corazón de la jungla colombiana’. Mike Slee, el cineasta que hizo Colombia: Magia salvaje, describió el hallazgo como: “Un momento absolutamente increíble (...) Los pueblos que una vez vivieron aquí han dejado en las imágenes el testimonio de su admiración y respeto por lo salvaje”.
El Chiribiquete es un refugio para las comunidades indígenas no contactadas o en aislamiento voluntario.
Fuente: Documento de nominación del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete ‘La maloca del jaguar’ para la inscripción de la Lista de Patrimonio Mundial.
Cada trazo encierra toda suerte de mitos e hipérboles. Hay quienes creen, por ejemplo, que existen grupos indígenas no contactados o en aislamiento voluntario que siguen levantando esos murales. Fernando Trujillo, biólogo y quien ha ido en varias ocasiones a Chiribiquete , siente que esa selva todavía tiene dueño. Y hace casi dos años tuvo un encuentro que así parece confirmarlo.
“Una tarde empezaron a silbar y nosotros pensamos que era la guerrilla. Y hacían ruidos de pajaritos. Después pensamos que eran los arqueólogos que estaban lejos. Esa noche tomamos la decisión de que nadie salía del campamento porque nosotros trabajamos día y noche. Empezó a caer un aguacero y sentíamos gente caminando alrededor de las carpas. Al día siguiente nos preguntamos y nadie había estado fuera. Algunos guías vieron huellas de pies descalzos”.
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Este mamífero tiene un dieta muy variada. No tiene problemas en alimentarse de frutas, hojas, raíces y también de lagartos, huevos de aves y tortugas. Puede vivir en grupos de hasta 200 individuos. El cerdo de monte es un animal activo en la noche.
Crédito: Programa de conservación y manejo de los armadillos de los Llanos Orientales, conformado por la alianza del Oleoducto de los Llanos Orientales ODL S.A., la Fundación Omacha, Cormacarena, Corporinoquia, el Bioparque Los Ocarros y Corpometa.
*Algunas de las especies de mamíferos de la Amazonia colombiana encuentran su refugio en el área de conservación más extensa del país P.N.N.Chiribiquete.
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Es un animal solitario, diurno y nocturno. Se alimenta de plantas, ramas tiernas y frutas. Su altura es de 50 centímetros y pesa hasta 20 kilos. Habita en países como Colombia, Ecuador y Perú.
Crédito: Instituto Humboldt.
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Tal vez lo más interesante de esta especie es su capacidad para comer hormigas y termitas. La cifra está en 35.000 al día. Esta es una especie solitaria y la hembra solo tiene una cría al año. Mide en promedio 1,2 metros de largo y pesa cerca de 36 kilos.
Crédito: Instituto Humboldt.
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Es una especie herbívora y solitaria. La danta es solitaria y pacífica. Sin embargo, puede ser agresiva únicamente para defender a su cría. Está amenazada por la cacería indiscriminada, su carne es comercializada.
Crédito: Programa de conservación y manejo de los armadillos de los Llanos Orientales, conformado por la alianza del Oleoducto de los Llanos Orientales ODL S.A., la Fundación Omacha, Cormacarena, Corporinoquia, el Bioparque Los Ocarros y Corpometa.
*Algunas de las especies de mamíferos de la Amazonia colombiana encuentran su refugio en el área de conservación más extensa del país P.N.N.Chiribiquete.
Patricio construyó una casa a orillas del río Mesaí, ubicado al sur de Chiribiquete. Lo hizo con ayuda de indígenas y científicos, interesados en levantar un centro de investigación para explorar la selva, observar la fauna y entender el comportamiento de las plantas.
Se sembraron parcelas de vegetación y comenzaron los estudios biológicos que requieren de mucha dedicación y paciencia porque hay que vigilar juiciosamente los cambios en las hojas, las flores, los frutos, la hojarasca y los animales. Para eso fue necesario tumbar una hectárea de bosque. La madera que salió de allí se volvió tabla para estantillos, paredes y pisos. Las hojas del monte, una vez tejidas por los indígenas, se convirtieron en techos capaces de resguardarlos del Sol y la lluvia.
Cuatro meses después la casa estaba terminada. Tenía agua gracias a una quebrada cercana que hacía las veces de piscina para bañarse y páneles solares para generar electricidad.
Patricio estuvo allí durante 10 años junto a varios estudiantes universitarios interesados en hacer sus tesis sobre Chiribiquete. “Era un paraíso. No había zancudos. Teníamos yuca, plátano, piña, ñame, guama, chontaduro, tomate, pimentón y habichuela. A las 4:30 de la tarde íbamos al río y sacábamos pescado para diez personas. Las idas al pueblo eran solo por café, azúcar y arroz”, recuerda.
En el año 1999 llegó la guerrilla de las Farc a Puerto Santander, la población más cercana a su centro de investigación. Por muchos años fue un territorio de Patricio, quien no tuvo miedo al imponer sus propias reglas al comandante de la época. Les prohibió matar animales porque en una ocasión le pegaron un tiro a una boa.
Los guerrilleros no podían dormir junto a los científicos en la casa que había construido, sino en una bodega y acordaron que no podían llevarse ningún elemento del grupo para no dar la impresión de que los científicos colaboraban con el grupo armado. La guerrilla aceptó y nunca volvió a molestarlos.
En el Chiribiquete viven el 70 por ciento de los mamíferos, el 35 por ciento de las aves, el 51 por ciento de los reptiles, el 40 por ciento de los anfibios y el 70 por ciento de los peces continentales presentes en el territorio nacional.
Fuente: Documento de nominación del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete ‘La maloca del jaguar’ para la inscripción de la Lista de Patrimonio Mundial.
“Trabajé normal hasta el 27 de septiembre de 2002. Ese día que bajé porque iba para Bogotá a pedir plata para otros tres años de trabajo, los comandantes Manuel Muñeca y Perdomo me mandaron llamar. Y me dijeron: ‘Don Patricio, con ustedes no hemos tenido problema, pero en 15 días nos van a meter 17.000 soldados del Plan Patriota (liderado por el expresidente Álvaro Uribe y que tenía como objetivo recuperar el territorio considerado por años la retaguardia profunda de las Farc en los departamentos del Meta, Caquetá y parte del Putumayo). Nos vamos a dar chumbimba y esto no es para usted y sus estudiantes. Esto se va a volver un frente de guerra. Más bien váyase. Esto se va a volver terrible’”.
A las tres semanas, la zona estaba inundada de militares. No hubo vuelos por unos dos años. No había manera de entrar ni salir del lugar. “Años después se calmaron las cosas. Pero a mi casa se la comió el monte, se llenó de rastrojo”.
Iván Alí, miembro del extinto Estado Mayor de las Farc, cuenta sus vivencias en este territorio, durante los años que la guerrilla estuvo en la zona. “Logramos conocer el Chiribiquete, toda su exuberancia. Es el paraíso terrenal con toda su flora y fauna”. De hecho, lo más impresionante de su testimonio son las anécdotas con los güíos hambrientos, el tigrillo que tenía como mascota un guerrillero y el famoso cajón de la muerte del río Tunia.
Iván Alí, miembro del extinto Estado Mayor de las Farc, habla de los días en que la guerrilla recorrió estos bosques y de la extraña relación que se puede tener con la naturaleza.
La guerra se ha ido poco a poco de las entrañas del parque. En septiembre de 2017 el presidente Juan Manuel Santos declaró el lugar libre de coca que tiempo atrás había logrado adentrarse en la maraña. Para protegerlo, el Gobierno les entregó a los huitotos 550.000 hectáreas para ampliar dos resguardos indígenas, ubicados al sur de Chiribiquete, a cambio de frenar el avance de esos cultivos.
El arqueólogo Carlos Castaño eligió un río rodeado de muchas rocas para cepillarse los dientes. Estaba tan concentrado en su ritual matutino que no sintió cuando un jaguar, de unos 90 kilos, se tiró al río y comenzó a nadar hacia él. Había sido demasiado hábil y silencioso como si estuviera dispuesto a cazar. El felino se subió a una roca y lo observó con curiosidad. Tal vez era la primera vez que veía un humano.
Los grupos indígenas que rodean Chiribiquete tienen su propia versión del animal más poderoso del bosque. Escuche todo sobre el amorío entre el Sol y la Luna que le dio vida al jaguar.
Voz: Cristian Leguizamón
La escena no duró mucho. Mientras Castaño les gritaba a sus compañeros “¡El jaguar, el jaguar!” y se erguía para verse grande -la principal recomendación si usted se topa este felino en la selva y quiere ahuyentarlo-, el jaguar prefirió irse tranquilo. No le dio mucha importancia a Castaño. Pero en la noche, cuando todos dormían, fue a marcar su territorio y orinó parte del campamento.
El jaguar es el rey de Chiribiquete. Es el tercer felino más grande, con la mordida más letal, capaz de masticar, sin problema, el caparazón de una tortuga. Vive en una densidad muy bajita porque necesita mucho espacio, es decir, tres adultos dentro de 10.000 hectáreas.
Esta particularidad se debe a su tamaño y categoría. Son tan grandes que necesitan comer mucho. Un adulto puede darse un banquete con un venado cada diez días. “Eso hace que no pueda haber una alta densidad poblacional porque no alcanzaría el número de presas para alimentarse”, explica Esteban Payán, director de la fundación Panthera de la región.
Los jaguares son muy importantes para el equilibrio natural. “Si los quitan de la ecuación, aumentan todos los venados, chigüiros, armadillos, todas las chuchas. Con ese aumento cambia todo el bosque porque esos animales se comen las frutas, las hojas, los arbolitos recién nacidos. El jaguar hace que todo funcione a la perfección”, concluye Payán.
Para el ambientalista Rodrigo Botero la magia del Chiribiquete se resume en una frase: “Debajo de cada piedra usted puede encontrar una nueva especie”. El secreto está en que es un territorio amazónico pero con influencia del Orinoco, del escudo guayanés y de la cordillera de los Andes. Hay microclimas, ecosistemas variados. Aquí, la geografìa mezcla sabana y bosque amazónico.
“Las investigaciones demuestran que el nivel de endemismo (especies únicas de un lugar) que puede haber en Chiribiquete es absolutamente increíble. Cada sitio puede tener especies específicas que han surgido como una respuesta a la adaptación”, dice Botero.
El ambientalista Rodrigo Botero narra detalles de sus expediciones. Lo sorprendente que es la biodiversidad y la atípica relación que se tiene con los animales.
Por ejemplo, muchas de sus plantas han aprendido a adaptarse a los cambios de temperatura. Es normal que al mediodía el calor del Sol se concentre en las rocas y alcance los 32ºC, y que en las noches se llegue a los 18ºC. Otras han desarrollado hojas gruesas y rígidas para soportar las lluvias que llegan en marzo y octubre. En este pequeño mundo aislado todo funciona a la perfección.
300 especies de aves, 313 de mariposas, 261 de hormigas, 3 de nutrias, 48 de murciélagos y 60 de peces hacen parte de esa especie de arca de Noé de la selva.
Fuente: Documento de nominación del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete ‘La maloca del jaguar’ para la inscripción de la Lista de Patrimonio Mundial.
Y una de las cosas que más sorprende es la capacidad de supervivencia de las plantas que crecen en los tepuyes, un suelo rocoso y pobre. “Las hojas de estas plantas que caen al suelo se descomponen y con el tiempo se convierten en materia orgánica que es aprovechada por esta misma planta. De ahí saca todo tipo de nutrientes”, explica el botánico Dairon Cárdenas, quien también reconoce que en Chiribiquete se reúne una variedad de plantas únicas.
Aquí se mezclan especies de los Andes (470 especies), el Amazonas (1217), el Escudo guayanés (846) y la Orinoquia (478). “Es la esperanza que tiene la humanidad. Un tesoro a largo plazo. Una fuente de recursos naturales”, concluye Cárdenas.
En las más recientes expediciones, un grupo de científicos ha logrado identificar animales que antes eran desconocidos.
Con la ampliación del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, Colombia le echó candado a su selva. Allí quedaron prohibidas todas las actividades del hombre: la minería, la agricultura, la construcción de carreteras. El país decidió que el lugar es tan estratégico que merecía renunciar a todo lo que pudiera contener para actividades económicas. La Agencia Nacional de Hidrocarburos, por ejemplo, dejó de explorar petróleo en ese lugar.
El rumor de que la selva colombiana alberga minerales preciosos es en sí mismo una amenaza. “Es necesario no inflar las expectativas sobre que en Chiribiquete hay oro, diamantes, petróleo, coltán y hay riquezas escondidas. Resulta que diciendo esas pendejadas es cuando llega la gente en masa a escarbar y romper para ver esas riquezas que puede que no existan”, dice el agrólogo Pedro Botero.
Realizado por Magic Markers con el apoyo de la Fundación Gaia Amazonas y Rainforest Concern
Para el geólogo Hernán Serrano, el país entiende la importancia de conservar este lugar. Usualmente la idea en la geología está en lo que llaman calentar zona, es decir, investigar regiones para promover exploraciones y estudios para el hallazgo de recursos minerales. No obstante, ahora estamos en un compromiso de crear información y enfriar zonas. Es momento de decir que su importancia radica en la conservación”.
Pocos lugares en Colombia han despertado la atención internacional del Chiribiquete. Hace cuatro años, el príncipe Carlos, heredero de la corona británica, vino al país exclusivamente a conocerlo. “Tanto él como muchos otros personajes encuentran en este lugar un paraíso. Chiribiquete sirvió de puerta de entrada hacia la amazonia colombiana, su importancia y la necesidad de apoyar al país para realmente proteger ese ecosistema tan importante”, cuenta el ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo.
El compromiso de conservar Chiribiquete se está convirtiendo en un tema global y no es para menos. Parques Nacionales Naturales, por ejemplo, tiene convenios estratégicos para vigilancia, control, investigación, monitoreo y fortalecimiento institucional. Algunas ONG internacionales aportan recursos para hacer sobrevuelos de verificación. Esto ha permitido identificar y frenar algunas de las amenazas como la minería ilegal y los cultivos ilícitos.
Por su parte, el Gobierno alemán apoya las labores de control y vigilancia. Y la WWF también hace sus aportes para sobrevuelos de control y vigilancia. Organizaciones como Amazon Conservation Team, entre otras, han contribuido a la protección de la zona a través de su aporte a la ampliación del resguardo Puerto Sábalo Los Monos y Monochoa.
Las comunidades murui muina del resguardo Puerto Sábalo Los Monos, ubicado en el departamento de Caquetá en la zona sur corredor de conservación en Chiribiquete, han decidido hacer una gran apuesta: proteger su territorio y la riqueza natural que los rodea. Y no es para menos. En la Amazonia está el futuro de la humanidad. Es hora de frenar varios fenómenos que están acabando con el bosque
Por eso, desde 2014, varias personas de comunidad decidieron convertirse en alumnos de un programa, liderado por la organización Amazon Conservation Team Colombia, el Departamento Nacional de Planeación, Sinergias y la Universidad de los Andes, para aprender todo sobre: Territorio y Biodiversidad, Alternativas Productivas y Gobernanza de las comunidades locales.
Estudiaron, con ayuda de juegos y retos en grupo, a organizarse para manejar los proyectos de inversión que llegan a la región. También la importancia de planear temas de la cotidianidad como el manejo de los recursos naturales, del río para así poder garantizar la supervivencia de su pueblo.
Después del aprendizaje, 34 miembros de dicha comunidad y 2 miembros del resguardo kogui completaron el curso, certificado por la Universidad de los Andes. Los participantes presentaron varios proyectos y recibieron un diploma. La mayoría orientados al fortalecimiento del conocimiento tradicional y a la protección de los bosques de este corredor. Uno de estos proyectos será financiado por Amazon Conservation Team Colombia en 2018.
Foto: Juan Gabriel Soler - Amazon Conservation Team.
No es una tarea fácil ni barata tener el control de un territorio aún desconocido para ciencia. Nadie sabe qué se puede encontrar en el Chiribiquete.
Patricio no ha vuelto a Chiribiquete. Hay nostalgia en sus palabras. No quiere quedarse sin descubrir los secretos de la Amazonia inexplorada. Tal vez esa selva le ha dejado los mejores recuerdos de su vida y está esperando una nueva oportunidad para volver a pasar la última noche del año en El Estadio y contemplar la estrellas que se pintan en el cielo, tal y como lo hizo el 31 de diciembre de 1999 para recibir el nuevo milenio.