Río está que arde

Rio+20 es la conferencia de desarrollo sostenible más importante de la década. Aunque es probable que no se llegue a ningún acuerdo, su principal objetivol será renovar compromisos. ¿Por qué esta cumbre nos debe importar a los colombianos?

 

Cualquier persona que esté interesada en la sostenibilidad del planeta tiene los ojos puestos en lo que pasará en Río de Janeiro. Desde hace 20 años, cuando se celebró la Cumbre de la Tierra en esa misma ciudad, no había tanta expectativa por lograr un acuerdo de la comunidad internacional sobre temas fundamentales. Y es probable que en el mundo no haya una reflexión más necesaria. Hace pocos días, la organización WWF reveló que la humanidad utiliza 50 por ciento más de los recursos que la Tierra puede producir sin agotarse y que, de seguir así, para el año 2030 dos planetas no serán suficientes. Para solucionar ese dilema, la comunidad internacional se puso esa cita en Río.

 

Pero puede ser que ese encuentro no funcione del todo.

 

"Río+20 debe marcar nada menos que un momento fundacional que ponga el planeta en un camino más sostenible. Pero está en grave peligro de nacer muerto, pues falta voluntad política para lograr las transformaciones colectivas que el mundo requiere”, resumió un editorial del periódico The Guardian. La conclusión es pesimista pero cierta. Hasta ahora hay muchos elementos para pensar que ese momento fundacional simplemente no sucederá.

 

La principal explicación está en la historia. Cuando se celebró la primera cumbre de Río, nadie dudó de que lo que estaba sucediendo allí iba a cambiar el mundo. Y así fue. Hasta ese entonces, los líderes políticos se reunían para hablar de guerras y de crisis económicas, pero no de agua y de biodiversidad. Mientras a la primera cumbre mundial de medio ambiente, en 1972, fueron dos presidentes (el de Suecia, por ser el anfitrión, e Indira Gandhi, de India), a Río llegaron más de 100: desde Fidel Castro hasta George Bush. Allí el desarrollo sostenible dejó de ser un asunto exclusivo de ecologistas y se convirtió en una pata esencial de las discusiones económicas más relevantes asociadas a temas globales irresueltos como la pobreza y la inequidad.

 

Por eso, muchos recuerdan la intervención del líder de la revolución cubana en ese escenario cuando dijo: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”.

 

De la teoría a la práctica

 

Pero de Río de 1992 a Río de 2012 ha corrido mucho trecho. En estos 20 años, la humanidad se ha enfrascado por ejemplo en una dura discusión sobre cómo esos conceptos del desarrollo sostenible, que suenan tan bien en los foros, se pueden aplicar a la realidad. Las discusiones sobre cambio climático son un ejemplo de la dificultad de llegar a acuerdos. No solo porque Estados Unidos nunca ratificó el protocolo de Kyoto, sino porque ahora el debate está en que ni China, ni India, ni Rusia quieren comprometerse con algo parecido.

 

Lo que en 1992 era una verdad –que los países ricos debían asumir la financiación de la apuesta por el planeta–, hoy ya no lo es tanto. Con los países emergentes creciendo a casi el 10 por ciento y el llamado ‘Primer Mundo’ en crisis, esos conceptos se están revaluando. Y como comprometerse con el planeta cuesta –y no todos quieren pagar por ello–, llegar a acuerdos medibles será cada vez más complicado.

 

Por eso, muy seguramente no todos los presidentes irán a Río. Todavía se especula si asistirá Barack Obama, y tanto Gran Bretaña como Alemania ya declinaron la invitación. Hasta un grupo del Parlamento Europeo canceló su participación con la excusa de que “el aumento de los costos para participar en esa cumbre es injustificable en momentos en que numerosos europeos sufren dificultades financieras”. Por ahora, se cree que de los pesos pesados asistirán François Hollande, el recién elegido presidente de Francia, y Vladimir Putin, de Rusia.

 

Esta nueva realidad ha hecho que, en lo que se refiere al contenido, en Rio+20 haya más fisuras que consensos. Es probable que los dos temas que convocaron inicialmente la conferencia –la economía verde y la institucionalidad de la sostenibilidad– pasen sin pena ni gloria. La mayoría del mundo en desarrollo, por ejemplo el grupo de países del G-77, no comparte la idea de ‘green economy’, tan de moda en Estados Unidos y Europa.

 

Bolivia, Brasil y Venezuela ya manifestaron que este enfoque se traducirá en que los países ‘ricos’, que tienen mayor tecnología para ser sostenibles, terminarán estimulando barreras comerciales en detrimento de los países emergentes. En otro tema –que es el marco institucional muy complejo y muy técnico del funcionamiento del sistema de Naciones Unidas– tampoco hay acuerdo.

 

El rumbo de Río

 

Curiosamente, otra de las amenazas ha sido la logística. En un primer momento, el problema fue el jubileo de la reina Isabel. Muchos presidentes europeos iban a asistir a esa celebración y por eso la cumbre tuvo que ser aplazada dos semanas. Ahora, el problema es otro. Se calcula que más de 50.000 personas van a llegar en junio a Río de Janeiro para este encuentro. Como la capacidad hotelera es de alrededor de 30.000 camas, se prevé que la situación será caótica.

 

El gobierno de Brasil tuvo que hacer un acuerdo con los hoteles para frenar el alza de los precios de las habitaciones, que estaban llegando a cifras astronómicas. Y hasta invitó a los moteles a que adecuaran sus habitaciones para estadas regulares, y a los habitantes de Río a que se fueran de la ciudad y rentaran sus apartamentos. Esto ha hecho que, por momentos, el debate de la sostenibilidad sea reemplazado por el de si Río está en la capacidad de albergar otros eventos como el Mundial de fútbol y los juegos olímpicos.

 

Se anticipa que probablemente el único punto que logre un acuerdo será la propuesta de Colombia de crear unos Objetivos de Desarrollo Sostenible, al estilo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ver nota anexa). De lograrse, este podría ser uno de los principales éxitos del país en su historia. “Lo que ha hecho Colombia es muy meritorio. En medio de posiciones tan lejanas, puso a hablar a todo el mundo de la misma meta”, dice José Yunis, director de The Nature Conservancy en el país.

 

Pero, así no se concrete, lo que pasará en Río marcará profundamente el rumbo que tomarán las discusiones sobre sostenibilidad. Tener 50.000 personas de todo el mundo reunidas discutiendo lo mismo ya es bastante simbólico. Lo cierto es que, así no se materialicen obligaciones importantes en el marco del derecho internacional, lo que hacen estas reuniones es, en resumen, renovar compromisos y alimentar la esperanza. Y esto, a muchos países como Colombia les significa importantes cambios.

 

Pocas personas registran, por ejemplo, que los grandes pasos que se han dado por la conservación de la riqueza natural del país han sido gracias a encuentros como Río. “El Código de Recursos Naturales de 1974 fue la principal respuesta de Colombia a la Conferencia de Estocolmo sobre Medio Ambiente realizada dos años antes”, señala el exministro Manuel Rodríguez en un texto sobre la materia. Por cuenta de esa conferencia el país también reformó el Inderena, mientras Brasil y México crearon secretarías del Medio Ambiente, y Venezuela, un ministerio.

 

El otro salto en favor de la protección del medio Ambiente lo dio Colombia en la Cumbre de la Tierra de 1992. Después de ella creó el Ministerio de Medio Ambiente y el Congreso aprobó la Ley 99 y el Sistema Nacional Ambiental, que es el marco legal que rige esos temas hasta hoy. Si Río logra algo similar, y seguramente lo logrará, puede que no haya un cambio fundacional, pero en algo habrá valido la pena.