Antioquia responde por el 30 por ciento de la energía del país por ser un departamento muy rico en agua. Allí queda el páramo de Belmira (Santa Inés), donde nace el 70 por ciento del líquido que consumen 3,5 millones de habitantes del Valle de Aburrá.
Luis Fernando Chavarría lo sabe: aquel oficio al que le ha dedicado la mitad de su vida le está quitando el agua a la tierra que le dio todo. “Mi trabajo es la ganadería y hago todo lo que hace un ganadero: madrugar, ordeñar y laborar en la finca. Uno sabe que esta actividad tiene gran impacto negativo porque se utilizan muchos agroquímicos que están acabando con el medioambiente, pero es la forma que tenemos de sobrevivir”, explica mientras escarba con ambas manos los bolsillos de su overol verde oliva, como quien busca con ansiedad esa respuesta que le cuesta admitir.
A 129 kilómetros de Medellín queda el municipio de San José de la Montaña, al norte de Antioquia, con 127 kilómetros cuadrados y 3.800 habitantes. Parte de las montañas de dicha tierra se conocen como el Sistema de Páramos y Bosques Alto Andinos del Noroccidente Medio Antioqueño, 42.600 hectáreas de un territorio rico en recursos hídricos. En lo más alto, a 3.350 metros, queda el páramo de Belmira (Santa Inés), la fábrica de agua del Valle de Aburrá. Allí nace el 70 por ciento del líquido que consumen los 3,5 millones de habitantes de esa región y las más de 35.000 personas que viven en los municipios aledaños. En ese refugio en medio de la cordillera, Chavarría tiene su finca y sus vacas.
El páramo recibe el nombre de Santa Inés debido a la quebrada que nace en su territorio. Río Chico, Río Grande y San Andrés, son tres de los afluentes más importantes que tienen origen en lo profundo de su tierra. El pasado marzo, este ecosistema fue delimitado por el presidente Juan Manuel Santos. Desde ahí quedaron prohibidas todas las actividades económicas que podrían hacerle daño.
En San José de la Montaña la gran mayoría de campesinos vive de la leche. Durante muchos años las reses han venido ganándole espacio al páramo. Al llegar allí, se ven grandes potreros que devoran buena parte del bosque. Diego González Marín, ganadero de Belmira, cuenta que más del 70 por ciento de esa tierra se dedica a dicha actividad. “El problema es que nunca nos enseñaron a hacer las cosas bien. Aquí casi todos desvían el cauce del río con manguera y bregan a tener el ganado que más pueden porque les sale mejor para el bolsillo”, dice. Según Adolfo Correa, biólogo de Corantioquia, una de las principales amenazas de estos ecosistemas es el crecimiento agropecuario desmedido y la ganadería extensiva. “Nuestros campesinos creyeron que ganarían más tumbando la cobertura vegetal para darle paso al ganado, pero la verdad es que por cuenta de esto cada vez ganarán menos”, explica.
El 70% del agua que surte a las grandes ciudades del país proviene de los páramos.
Héctor Albeiro Rojas fue de paseo a las montañas de Santa Inés y se enamoró de ellas al punto de convertirse en guardabosque. Su trabajo está lleno de mística y aventura.
Sin embargo, los paisas han hecho enormes esfuerzos para proteger su agua. Una de las estrategias la lidera la Corporación Cuenca Verde, una alianza público privada que promueve la gestión de los recursos hídricos. Su directora María Claudia de la Ossa explica que la organización nació ante la necesidad de proteger dichas fuentes. “Los problemas que tenemos en este momento van a seguir. Buscamos que la gente entienda que el agua no se renueva y que por eso hay que cuidarla. Aquí los capacitamos, vamos a los municipios y les enseñamos todo lo que deben saber en términos de conservación”, explica.
Además de trabajar de la mano con los campesinos de la zona, Cuenca Verde ha implementado el modelo de fondo de agua en la región, el cual busca a través de la reforestación la protección de bosques de ribera y nacimientos, el cuidado del agua que viene de la parte alta de la cuenca. El municipio de Medellín, Postobón, EPM, Cornare, el Grupo Nutresa, Área Metropolitana del Valle de Aburrá, Coca – Cola y la Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua, son algunas de las entidades que se unieron con ese propósito. Ya se han firmado 108 convenios, protegido 109 nacimientos, impactado 3.209,4 hectáreas y beneficiado más de 157 familias.
En Colombia existen cinco fondos de agua operando actualmente: Agua Somos (Bogotá, 2009), Agua por la Vida y la sostenibilidad (Valle del Cauca, 2010), Cuenca Verde (Medellín, 2013, Madre Agua (Cali, 2015) y el Fondo de agua de Cúcuta. Todos son alianzas entre la empresa privada, la sociedad civil y el Estado para cuidar los recursos hídricos.
Belmira le da agua a 64.000 antioqueños de municipios aledaños y a 1 millón de habitantes del área metropolitana del Valle de Aburrá.
Jesús Gaviria, ingeniero forestal y coordinador de Restauración de Cuenca Verde, explica que el páramo funciona como un captador y regulador del agua que se encuentra en la atmosfera. Dice que hay dos tipos de precipitaciones: la horizontal y la vertical. Ambas están presentes en este ecosistema. La vertical es la lluvia que conocemos y la horizontal, el vapor de agua a punto de convertirse en líquido; es por eso que estos lugares son tan húmedos.
Dicha humedad es absorbida por la vegetación que alimenta el caudal de los ríos que ahí nacen. En las épocas de lluvia, el páramo almacena el exceso de agua. Cuando hay sequía, se encarga de soltarla.
Durante muchos años los campesinos vieron a esta montaña como una vaca lechera, pues les dio todo lo que necesitaban. De unos años para acá, los habitantes de la región han escuchado que son ‘la fábrica de agua’ de Antioquia. Eso les enorgullece. “La gente de las ciudades cree que para tener agua solo tienen que abrir la llave y ya, no conocen lo que hay detrás”, agrega Luis Fernando.
Colombia tiene el 50 por ciento de los páramos del mundo, los cuales ocupan el 2,5 por ciento de la superficie total del país a lo largo de 36 complejos.
En el caso de Antioquia, el 70 por ciento del agua del departamento depende del páramo de Belmira (Santa Inés). Este se extiende en 11.100 hectáreas sobre el territorio de Belmira, San José de la Montaña, Entrerríos, San Pedro de los Milagros, San Andrés de Cuerquia, Sabanalarga, Liborina, Olaya, San Jerónimo y Sopetrán. El páramo surte de líquido al embalse Ríogrande II, el espejo de agua más grande de Antioquia y el único de uso compartido que posee EPM en la región; es decir que se utiliza para la generación de energía y el suministro de agua potable. Sus aguas van a dar a la Central La Tasajera, la cual le aporta 306 megavatios al Sistema Interconectado Nacional, que se suma a los 405 megavatios de Porce y Guatapé (596 megavatios).
80% de la gente no sabe de dónde proviene el agua.
(Cifra Corantioquia)
Según la Asociación Colombiana de Generadoras de Energía (Acolgén), Colombia ocupa el cuarto lugar entre 168 países en temas ambientales gracias a la generación de energía hidráulica. Y Antioquia es clave en la prestación de este servicio gracias sus importantes fuentes de agua. Por ejemplo, Empresas Públicas de Medellín (EPM) cuenta con nueve embalses en el departamento entre los cuales se encuentra el Peñol - Guatapé, el segundo más grande de Colombia después del Quimbo y el cual le genera más energía al país: un 4 por ciento en sí mismo y un 11 por ciento en cadena.
Ríogrande II, La Fe y Piedras Blancas, son los tres embalses más importantes para el Valle de Aburrá. El 91 por ciento de las necesidades de abastecimiento para el consumo humano es atendido por estos tres complejos. De presentarse un racionamiento, lo sufrirían las 80.000 personas que se nutren de las quebradas Santa Elena e Iguaná, según señala EPM. La empresa confirma que 2015 fue el año más crítico de los últimos diez.
Es tanta la importancia de Antioquia en la generación de energía que durante el pasado fenómeno de El Niño el país estuvo ad portas de un racionamiento del servicio por los problemas sufridos en la hidroeléctrica de Guatapé. El departamento responde por el 30 por ciento de la generación de energía del país y por cerca del 80 por ciento de su distribución.
Embalse Guatapé.
Las lagunas de San José son conocidas localmente como los Lagos del Congo.
Páramo de Belmira.
El parque Chingaza aporta el 80% de agua (14m³ por segundo) a Bogotá y sus 8 millones de habitantes.
Pero cobrará más importancia una vez entre en operación Hidroituango, que será la mayor central hidroeléctrica del país, con una capacidad de 2.400 megavatios. Este proyecto que está en construcción y debe entrar en operación en 2018 permitirá abastecer cerca del 20 por ciento de la energía del país y demandará inversiones por 5.500 millones de dólares, es decir una cifra similar a la ampliación del canal de Panamá, lo que demuestra la apuesta en grande que está haciendo este departamento en la generación eléctrica.
De ahí que la preservación del agua y de los páramos sea vital para Antioquia porque de ellos depende no solo el líquido que consumen millones de personas sino el suministro de energía.
El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, cree que hay que hacer grandes esfuerzos para garantizar el suministro del valioso líquido. “No somos conscientes de los daños que le hacemos al planeta. Cuando hemos tenido crisis como las que llegamos a tener hace un mes, lo hacemos bien. En Colombia aprendemos a los golpes y a las patadas”, dice.
La Alcaldía, junto con EPM, trabaja en el Plan de Aguas 2030 que busca establecer qué se necesita para que la región tenga disponibilidad del valioso líquido y se contrarresten riesgos relacionados con los cambios climáticos, la contaminación, la excesiva demanda, la baja calidad del agua y la aparición de más alcantarillados fraudulentos.
Todo apunta a la misma dirección: si no se cuida, el agua se acabará pronto. Pocos entienden la importancia de la montaña en el proceso del líquido vital. Pocos, a excepción de los que habitan a sus faldas y comprenden por qué los páramos son lugares mágicos. Yaleli Areiza, guardabosques del Belmira (Santa Inés), asegura que la montaña es milagrosa: “En el páramo nace el agua y del agua brota la vida, ¿qué más se le puede pedir?”.