Hijo menor de Luis Carlos Galán, político y candidato presidencial por el Partido Liberal Colombiano asesinado el 18 de agosto de 1989, minutos antes de comenzar un discurso en una manifestación en Soacha, Cundinamarca. Carlos Fernando ha sido concejal de Bogotá y senador de la república.
El trágico 18 de agosto en el que Luis Carlos Galán murió baleado por sicarios en el municipio de Soacha, no sólo partió en dos la historia del liberalismo. Como describe Carlos Fernando Galán en esta entrevista, la vida de él y sus hermanos también quedó sin norte. Gracias a la valentía de su madre y de un trabajo introspectivo para canalizar el dolor salieron adelante. Hoy, aunque asegura haber avanzado en el proceso de duelo, afirma que la herida de perder a un padre, nunca se cierra y superar el odio y la rabia es necesario para no dejarse determinar por el rencor. A sus 41 años, uno de los momentos que más le mueve las fibras del dolor de perder a su padre es cuando su hija de cinco años le pregunta por él.
“Fue llegar de repente a un abismo”
“Cuando uno está en una situación de alto riesgo, como la de mi papá, es muy difícil asimilarlo. Uno veía lo que estaba viviendo el país: asesinatos de líderes políticos, jueces, magistrados, periodistas. Dolía y daba temor, pero la naturaleza humana lleva a pensar que nunca le va a ocurrir a uno. Entonces, enfrentar la noche del 18 de agosto, ver que sí ocurrió, fue como llegar a un abismo. Fue como ir transitando por un camino y ver que de repente ya no había nada enfrente. Eso fue lo que inicialmente sentí. Pero en ese momento fue clave la familia. Tener a mis hermanos, a mi mamá. En particular la actitud de mi mamá, que siempre fue la de mirar para adelante. Esa actitud fue fundamental ante ese abismo, evitó que cayéramos. A partir de ahí, los días y meses que siguieron fueron difíciles, muy complejos, pero la idea de seguir, de realizarnos como seres humanos, creo que fue el camino que mi papá hubiera esperado que hiciéramos”.
“Tenía la ilusión de poder vivir muchas cosas con él”
“Mi papá siempre nos decía que ya habría mucho tiempo para compartir en familia. Era muy posible que llegara a la presidencia en el año 90, pero se veía después como un profesor, retirado, con su familia. Como un ex presidente que no iba a molestar a nadie. Él hablaba mucho de eso y yo tenía la ilusión de poder vivir eso con él. Vivir etapas claves como escoger mi carrera y tenerlo a él cuando avanzara en la vida. Sobre todo en la adolescencia cuando uno está lleno de inseguridades y preocupaciones. En esos momentos habría querido tener su acompañamiento, que me ayudara a encontrar respuestas. Obviamente mi mamá cumplió esa función. También mis tíos, pero tener al papá ahí y en particular a él, como era de cariñoso, me hubiera gustado".
“Canalicé el dolor de su muerte a través de la participación política”
“El duelo, el dolor y la rabia que uno siente al principio es normal y natural. Yo creo que todos los colombianos que han vivido una situación parecida saben que hay que aprender a convivir con eso. Hay que buscar la forma de que ese sentimiento no lo controle a uno. Es difícil. Siempre queda algo de dolor, tristeza, rabia. Y eso es bueno, creo yo, porque está ahí para no dejar olvidar, para recordar que marcó el futuro. Lo que habíamos vivido con mi papá, la forma como nos enseñó a enfrentar la vida, a relacionarnos con los demás, fue fundamental. Él nos decía insistentemente que el tema de lo público incidía en absolutamente todo y por eso era importante tener conciencia crítica y política. Entender las cosas y participar. Él nos enseñó, en cierta forma, que para sentirnos realizados era fundamental ayudar a los demás, a la comunidad. Eso influyó en que nosotros canalizáramos el dolor de su muerte y la frustración de ver truncado su proyecto, a través de la participación política. El duelo para mí fue un impulso para interesarme por los temas del país”.
“Va a ser duro para siempre”
“Uno siempre tiene ese dolor ahí, esa frustración de que él no esté. Cuando nació mi sobrino Manuel, su primer nieto, pensé que habría sido lindo que viviera ese momento. Cuando nació mi hija sentí exactamente lo mismo. Hoy que ella tiene 5 años y me pregunta por mi papá siento una cosa dura. Trato de contarle, explicarle, pero ella todavía no entiende, entonces sigue preguntando. Muchas veces llega del colegio y me dice que le hablaron del abuelo y son momentos duros, difíciles porque uno quisiera que ella hubiera podido conocerlo. Situaciones como esas reviven el dolor. Pasen los años que pasen. Incluso llegarán otros hijos, nietos y será la misma historia: "cuénteme la historia de mí de mi bisabuelo". Eso va a ser duro para siempre".
Galán fue enemigo acérrimo de los narcotraficantes quienes iniciaron una inminente persecución contra él y su movimiento bajo las instrucciones de Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha.
“El perdón es un proceso largo”
“El perdón es un tema muy personal. Yo creo que para que haya perdón, en mi caso, es fundamental que haya verdad. Aunque en el caso de mi padre ha avanzado, aún falta el reconocimiento de responsabilidad de algunos actores. Y eso afecta. El perdón es un proceso largo. Por ejemplo, hay personas que participaron en el asesinato de mi padre y también son víctimas. Mi papá decía eso: que las primeras víctimas del narcotráfico eran los narcotraficantes y sus familias. Y uno lo ha visto porque ¿qué pasó con esos narcotraficantes? terminaron todos muertos y sus hijos asesinados o exiliados. Eso en cierta forma ayuda a entender que uno no puede seguir con ese odio en el corazón, uno tiene que mirar para adelante. Hay que tener en cuenta lo que pasó, pero superarlo.
“La tragedia que se ve en el Congreso es la historia de Colombia”
“No es un tema excepcional que alguien esté actuando en política y su padre haya sido asesinado. Es bastante común y refleja un poco lo que es Colombia: un país que ha sufrido la violencia, que ha perdido varias generaciones en medio de conflictos fratricidas, dramáticos, pero también uno donde mucha gente decide empezar a trabajar en política precisamente para resolver esos problemas. De diferente forma y cada uno con su actitud, pero lo hace. Esto se ve además a nivel territorial. Uno va a los municipios de Colombia y ve tragedias similares. Es decir, esa tragedia que se ve en el Congreso por cuenta de las personas que estamos allí, es la historia que uno encuentra en los municipios, en los departamentos, en las ciudades de Colombia. Es la historia de Colombia".
En la intimidad Galán era fanático de los videojuegos. Su juego favorito era Pacman, cuenta su hijo.
“Le acababa de entregar el chaleco antibalas”
“La última vez que lo vi le dije que quería ir a Soacha pero él me dijo que no. Estábamos en la oficina de él y yo le acababa de entregar el chaleco antibalas porque pidió que se lo bajáramos. Se lo entregué, se lo puso y me fui. Me subí al ascensor y cuando llegué, por alguna razón que no tengo idea, me dije: “no me despedí”. Entonces volví, golpeé la puerta y fui hasta la oficina de él. Le dije: “no me despedí” y le di un abrazo. Creo que él sí presentía algo porque me abrazó y me dijo, "tranquilo, tranquilo, viejito, no va a pasar nada". En ese momento pensé, “simplemente me estoy despidiendo, nada más”. Y ya. Subí a mi casa y no lo volví a ver. Ese es el momento que más me marcó. Cuando pienso en él recuerdo eso. Cuando me dijo: “tranquilo, tranquilo”.