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Maryelys busca recuperar a una hija que está en manos del ICBF

Fotos: Pilar Mejía

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Los Hijos del Éxodo - Maryelys Hernández
Maryelys Hernández

21 años y 7 meses de embarazo.

Su madre le dijo que su hija de 2 años está en manos del gobierno colombiano.

Los Hijos del Éxodo - Maryelys Hernández

Maryelys Hernández está tratando de conseguir un pasaje para viajar de Bogotá a Riohacha. Su madre le ha informado que su hija de 2 años está en manos del gobierno colombiano. Está tan preocupada de perder la custodia de su pequeña que su propio embarazo ha quedado en un segundo plano.

Maryelys Hernández estaba al frente de la fundación de monjas católicas del Terminal Salitre de Bogotá. Se veía pálida. Las lágrimas le salían sin esfuerzo. Las personas la rodeaban, parecía que le faltaba el aire y no podía articular las palabras. “Tengo dos días durmiendo acá. Me tengo que ir ya a Riohacha (La Guajira). ¿Yo de dónde me voy a sacar 25.000 pesos? Es que me quitaron a mi hija”. Llevaba un pantalón negro, una camisa rosada y una pañoleta verde en el vientre. Cargaba en la espalda una maleta rosada y un bolso. En una mano llevaba cobija y en la otra una pequeña bolsa de comida y una Biblia. Una de las monjas del lugar le pidió que se calmara, que no le hacía bien al bebé que lleva en el vientre tanto llanto. Iban a ver cómo le conseguían el pasaje para que pudiera ir a buscar a su pequeña de 2 años.

Hace dos días Maryelys recibió una llamada de su madre, Blanca. “El gobierno tiene hace una semana a Rosaily. Ven a buscarla”, le dijo. Maryelys pensó que era una broma pues había firmado una autorización para que su madre y su hermano la cuidaran por un tiempo. “Que tiene que venir la madre es lo que me dicen”, le explicó la señora Blanca.

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Maryelys Hernández huyó de Venezuela porque no tenía cómo alimentar a su hija de 2 años y ella, que está en embarazo, tampoco estaba comiendo bien.

El tiquete a La Guajira valía 120.000 pesos. La Arquidiócesis logró que se lo dejaran en 60.000, pero ella debía conseguir una parte, al menos 25.000 pesos. Aunque no lo parecía, se trataba de mucho dinero para alguien que no tenía un céntimo. Según dijo Maryelys, llevaba un mes y medio trabajando haciendo oficio en una casa, pero la dueña del lugar se fue y no pudo ni darle explicación ni tampoco pudo pagarle. El padre del bebé que viene en camino, Mervis Rincón, le había enviado 100.000 pesos el día anterior, pero para no gastárselos, Maryelys se quedó una noche en un cambuche que hay al lado del terminal conocido como El Bosque. En ese lugar hay más de 200 venezolanos que llegan a la capital sin tener asegurado un techo. “Allí me robaron lo que traía”, dijo ella.

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La Fundación de Atención al Migrante -FAMIG- diariamente ofrece alimentos, ropa y en algunos casos ayuda a gestionar pasajes para los venezolanos.

Maryelys tiene 21 años y 7 meses de embarazo. Llegó al país cuando tenía 4 meses de gestación en busca de un mejor futuro para su familia. Estar en Colombia no ha sido fácil. Pasó de Barquisimeto a Maracaibo. De Maicao a Río Limón. Luego pasó a Valledupar, Riohacha y finalmente a Bogotá.

Lo de menos fue repartir los 30.000 bolívares que traía. El momento más duro del camino fue en la frontera, allí donde un oficial le pidió sus papeles y los de su hija Rosaily: “Le dije la verdad, que el papá no me había dado permiso y que ni ella ni yo teníamos pasaporte. Le supliqué que no me devolviera y finalmente me dejó pasar”. Temía que le quitaran a la niña, pues sin papeles nadie puede garantizar que Maryelys realmente sea la madre de la bebé.

En la capital vivió los primeros días en el garaje de una casa donde también pasan la noche decenas de venezolanos. Ponen colchonetas en el piso y comparten la cocina y el baño. Son muchas las incomodidades que tienen que pasar, pero lo peor para Maryelys fue el manejo del agua: “Se usaban los mismos baldes para cocinar y para el baño. A mi bebé le salió un salpullido en la piel así que preferí llevarla a Riohacha”.

Se estima que el 23 por ciento de todos los embarazos en Venezuela son de madres adolescentes, una de las tasas más altas de América Latina. Ese fue el caso de Maryelys en su primer embarazo. Vivía con su esposo Jaiver Pérez desde que ella tenía 14 años. Había perdido un bebé a los 17, así que cuando volvió a quedar en embarazo, a los 18, todo fue felicidad. “Yo no trabajaba y estaba con mi mamá, mi papá y con Jaiver… Al menos me podía alimentar bien, la situación no estaba tan fuerte como hoy que ni siquiera hay comida”. Pero la alegría duró poco. Cuando la bebé cumplió unos meses de nacida, Jaiver la abandonó. Y en los siguientes días le envió unos cuantos bolívares. Hoy solo aparece de vez en cuando para preguntar por la niña.

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El gobierno colombiano tiene a su hija de 2 años para iniciar un proceso de restablecimiento de derechos.

Su segundo embarazo fue una sorpresa. La T de cobre no le funcionó. Había podido acceder a este método anticonceptivo hacía años porque hizo cola cada día en la Gobernación y en los centros hospitalarios de Barquisimeto. Pero no es sencillo conseguir medicinas en Venezuela. Algunas de las mujeres cuentan que ni siquiera hay alcohol, o leche, mucho menos pastillas anticonceptivas o condones.

Precisamente por la crisis de su país es que Maryelys decidió venir a Colombia: “Mi mamá trabajaba en un mercado y hacía limpieza en una casa. Con lo que ella ganaba nos alcanzaba, pero cada día todo se puso más difícil”. La caja de comida que les daba el gobierno tardaba al menos dos o tres meses en llegar y esta no alcanzaba para que una persona sobreviviera un mes y en la casa de Maryelys eran cuatro. “A un bebé de 2 años no le puedes explicar por qué no hay comida. Al bebé que tengo dentro, menos”, dijo ella.

Las cosas en Colombia no han sido tan fáciles tampoco. De hecho Maryelys planea devolverse a Venezuela después de tener a su bebé. “Lo único que me faltaba es que me quitaran a la bebé”, dijo. “Acá ya no nos están dando trabajo, por lo que han hecho unos pocos ya nos tienen mucha desconfianza y entonces ¿qué voy a hacer con mis hijos? En Venezuela no tengo qué comer pero al menos tengo a mi familia”, dijo.

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Maryelys pasó una noche en El Bosque, un campamento ilegal, donde varios venezolanos se acomodan mientras consiguen un lugar dónde vivir. Allí le robaron sus pertenencias.

El ICBF dijo que cuando se trata de los derechos de los niños actúa de la misma forma que con un niño colombiano, independientemente de su nacionalidad. Los padres pueden dejar a sus hijos con familiares como tíos y abuelos. No obstante, si el instituto considera necesario que el gobierno colombiano retire al niño es porque los representantes no están ejerciendo la custodia del niño de forma idónea y era necesario iniciar un proceso de restablecimiento de derechos.

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Con 7 meses de embarazo, Maryelys lo único que espera es recuperar a su hija, dar a luz a su próximo hijo y regresar a Venezuela.

El instituto aclaró además que por la falta de recursos económicos de una familia venezolana o colombiana no separa a un menor de sus padres. La entidad ofrece además ayuda a madres gestantes con el programa ‘1.000 días para cambiar el mundo’: “Desde Familias con Bienestar para la Paz, Unidades de Apoyo y Fortalecimiento a Familias – Unafa y Otras Formas de Atención hemos atendido a 2.477 madres gestantes y lactantes en condición de vulnerabilidad, lo que significa un incremento de atención de 178 por ciento respecto a los 890 registros de 2017”. Si no las pueden ayudar de este modo, también existen en entidades no gubernamentales como Acnur, OIM y Pastoral Social o FundaZión para darles asistencia y asesoría.

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Después de dar a luz Maryelys planea volver a Venezuela. Asegura que en Colombia es muy difícil conseguir trabajo y que en su país al menos tiene a su familia.

— “A un bebé de 2 años no le puedes explicar por qué no hay comida. Al bebé que tengo dentro, menos”.