El Salto del Tequendama le inyecta algo de vida al herido río Bogotá. Al caer de una altura superior a los 150 metros, sus aguas reciben algo de oxígeno. Sin embargo, la contaminación gana la batalla y así sigue hasta encontrarse con el carmelito Magdalena en Girardot. Crédito: Nicolás Acevedo Ortiz.
Capítulo 3: Cuenca BAJA

De espaldas al río por la contaminación de la gran ciudad

Después de pasar por la capital del país, el río Bogotá queda en estado de coma. Las inyecciones de vertimientos, basuras y residuos dejan sus aguas cargadas de contaminantes. Por esa razón, los habitantes de la cuenca baja no pueden utilizarlo para sus actividades agropecuarias.


El río Bogotá, cuerpo de agua nombrado por los muiscas como el alma de la sabana, inicia su paso por la cuenca baja en el Salto del Tequendama, lugar que fue visitado asiduamente por la alta aristocracia de inicios del siglo XX cuando funcionaba el Refugio del Salto, un hotel de cinco pisos y 1.470 metros cuadrados construido entre 1923 y 1927.

El emblemático hospedaje llegó a su fin en los años 50 para convertirse en restaurante. Pero por el olor nauseabundo del río, contaminado por las descargas de los habitantes de la capital del país, las visitas empezaron a mermar, situación que lo condujo a su cierre definitivo en los 80.

La imponente casona de paredes blancas estuvo abandonada por más de tres décadas, tiempo en el cual el sitio fue conocido como albergue de fantasmas por los suicidas que saltaron desde lo alto del cañón. Solo hasta 2011 fue restaurada para convertirse en la Casa Museo Salto del Tequendama.

Un río negro, denso, espumoso y nauseabundo. Ese es el regalo que los bogotanos le dan a la cuenca baja del río Bogotá, la cual va desde el Salto del Tequendama hasta Girardot. Crédito: Nicolás Acevedo Ortiz.

Hoy en día, al mirador llegan centenares de visitantes para admirar la caída del río Bogotá desde una altura de 157 metros, mientras son atendidos por vendedores de los 40 quioscos donde ofrecen arepas de chócolo, caldos de costilla, fritanga y tamales. La panorámica enamora la vista, a pesar de que su descenso emana olores putrefactos.

“Desde el Salto del Tequendama hasta Girardot, el río tiene una calidad de agua tipo 9, siendo 10 la más crítica, lo que evita que la gente lo vea como un río. Ese es el regalo que nos da la cuenca media, donde está el principal cuello de botella” Aseguró Humberto Patiño, director regional de la CAR del Tequendama.

El Salto del Tequendama marca el inicio y final del río Bogotá como sitio turístico en su paso por la cuenca baja, que comprende terrenos de 14 municipios de Cundinamarca. De ahí en adelante, los 120 kilómetros de trayecto, que culmina en el imponente río Magdalena, están sumergidos en el abandono y la contaminación.

Los más de 289.000 habitantes de San Antonio del Tequendama, Tena, La Mesa, Mesitas del Colegio, Anapoima, Apulo, Tocaima, Agua de Dios, Ricaurte, Girardot, Quipile, Anolaima, Cachipay y Viotá, viven de espaldas al río Bogotá. Pero no lo hicieron por capricho, sino obligados por los regalos putrefactos que recibe río arriba, en la gran ciudad.

En los 90 kilómetros de la cuenca media, los nueve millones de habitantes de Bogotá le entregan a diario 690 toneladas de carga contaminante al río, entre residuos sólidos, arenas, grasas y vertimientos, además de más de un millón de metros cúbicos de agua residual que descargan en los ríos urbanos de Fucha, Tunjuelo y Salitre. En este tramo, sus aguas pueden catalogarse como podridas.

Aunque la caída en el Salto del Tequendama le inyecta algo de oxígeno, el daño es tan apoteósico que en su viaje por la cuenca baja sigue igual de inerte. Según la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), 72 por ciento del río en la cuenca baja tiene un índice de calidad catalogado como malo, por lo cual su agua solo puede aprovecharse para generar energía.

“Desde el Salto del Tequendama hasta Girardot, el río tiene una calidad de agua tipo 9, siendo 10 la más crítica, lo que evita que la gente lo vea como un río. Ese es el regalo que nos da la cuenca media, donde está el principal cuello de botella”, aseguró Humberto Patiño, director regional de la CAR del Tequendama.

A la espera del cambio

El funcionario complementó que cuando culmine la ampliación de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) Salitre y la construcción de Canoas, megaobras que sanearán las aguas residuales de Bogotá y Soacha, los grandes beneficiados serán los habitantes de la cuenca baja.

“El río Bogotá ingresará desinfectado con una calidad tipo 4, con aguas aptas para el uso agropecuario. Esto les permitirá a nuestros pobladores volver a tener una relación cercana con el río, a quererlo y admirarlo, como lo hicieron los indígenas, españoles y próceres de la colonia”.

Con el saneamiento de la cuenca media, el río ingresará desinfectado con aguas aptas para el uso agropecuario, lo que mejorará la economía de la región y disparará el turismo.

Por su parte, Aníbal Acosta, director del Fondo para las Inversiones Ambientales de la cuenca del río Bogotá de la CAR, afirmó que la cuenca baja solo debe esperar a que las obras río arriba culminen. “Lo que hoy hagan los municipios de esta cuenca no repercute directamente en el río, debido a sus condiciones actuales. Es como tener un pocillo lleno de tinto y echarle cuatro gotas de agua limpia: no mejorará nada. Por eso la descontaminación de los ríos va desde aguas arriba”.

Con el saneamiento en las cuencas alta y media mejorará la calidad del agua en su tramo final. “Cuando eso suceda, sus habitantes dirán que vino Bochica con su varita mágica y descontaminó el río. Los grandes beneficiados con Salitre y Canoas serán los pobladores de esta parte del río”.

Acosta enfatizó que cuando el río Bogotá baje limpio por el Salto del Tequendama, el desarrollo e impacto turístico en la región será impresionante. “Toda la cuenca del Bogotá produce cerca del 30 por ciento del Producto Interno Bruto del país, que disparará sus índices cuando llegue un río en mejores condiciones a municipios como Tocaima, Anapoima, Girardot y La Mesa. Esto reafirmará la importancia que tiene el Bogotá para la Nación”.

Los únicos sonidos que se escuchan en el paso del río Bogotá por la cuenca baja son el canto de las aves que lo sobrevuelan y el choque de sus aguas espumosas con las rocas. La población huye de él por su olor y sus grados de contaminación. Crédito: Nicolás Acevedo Ortiz.

Pequeñas acciones

Mientras terminan las monstruosas intervenciones en Bogotá, la CAR trabaja en varios proyectos puntuales en la cuenca baja. En 2018, con una inversión cercana a los 40.000 millones de pesos, inició la adecuación hidráulica del río Apulo, principal afluente del Bogotá en esta cuenca, que atraviesa Zipacón, Anolaima, Cachipay, La Mesa, Anapoima y Apulo.

“Ya logramos extraer más de 2 millones de metros cúbicos de sedimentos en 22 kilómetros del río Apulo, acción que le permitió recuperar su capacidad hídrica y evitará desbordamientos”., dijo Patiño.

Además, la CAR trabaja en la construcción de Plantas de Tratamiento municipales en San Antonio del Tequendama, Tena, Anapoima y Ricaurte, para tratar los vertimientos de la población y disminuir la contaminación que le llega al Bogotá.

Con las megaobras en Bogotá, como las PTAR Salitre y Canoas, el sombrío panorama de la cuenca baja quedará en el pasado. La CAR adelanta la construcción de plantas de tratamiento en San Antonio del Tequendama, Tena, Anapoima y Ricaurte. Crédito: Nicolás Acevedo Ortiz.