A pesar de sus incontables heridas y cicatrices, que datan desde el inicio de siglo XX, el río Bogotá, catalogado por los muiscas como el alma de la sabana, aún no pierde la batalla. Aunque su vida pende de un hilo por la falta de conciencia de los cerca de 12 millones de habitantes que viven en su cuenca, multimillonarias obras lo despertarán de ese sueño profundo causado por la contaminación.
Renace el río Bogotá
Un esfuerzo de todos
Sus 380 kilómetros de longitud, que van desde el páramo de Guacheneque hasta el río Magdalena en Girardot, lucen silenciosos, despoblados y sumergidos en el olvido. Los altos grados de contaminación han causado un rechazo por parte de los pobladores de sus 46 municipios, quienes lo ven como una cloaca encargada de recibir los desperdicios urbanos.
Sin embargo, en las 589.000 hectáreas que conforman la cuenca hidrográfica del río Bogotá, sobreviven tesoros ambientales cargados de misticismo, como lagunas, humedales, bosques y embalses, al igual que caminos reales y haciendas que fueron utilizados por los españoles y la campaña libertadora. Su territorio, que aporta 32 por ciento del Producto Interno Bruto del país, es una huella profunda de la historia colombiana.
Así lo corroboró un grupo periodístico de SEMANA que recorrió gran parte de su zona de influencia, un viaje de tres semanas en el que encontró paraísos ocultos, personajes que quieren defenderlo, animales sobrevivientes a la contaminación y proyectos que buscan inyectarle vida y dale una oportunidad para que despierte de su estado de coma.
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