El río Bogotá recibe su golpe más contundente en la cuenca media, un derechazo repleto de aguas residuales, basuras e indiferencia ciudadana que lo noquea y manda a cuidados intensivos.
Los 90 kilómetros de trayecto en esta zona, que va desde el puente de la Virgen en Cota hasta las compuertas de Alicachín en Soacha, lucen oscuros e inhóspitos. Los principales protagonistas de este panorama son los más de nueve millones de habitantes de Bogotá y Soacha, quienes le depositan al día 690 toneladas de carga contaminante, entre residuos sólidos, arenas, grasas y vertimientos.
Aunque la cuenca media es su tramo más neurálgico, también es el corazón de su despertar. Desde 2012, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) inició una serie de intervenciones que irán hasta 2026, las cuales esperan convertir sus aguas en fluidos desinfectados para el riego y las actividades agropecuarias.
Adecuación hidráulica, ampliación y optimización de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) Salitre y la construcción de la PTAR Canoas, son sus tres principales salvavidas, megaobras que se suman a otras acciones impulsadas por autoridades ambientales y jóvenes líderes sociales.
Sin embargo, estas megaobras necesitan de un cambio radical en el comportamiento de sus habitantes: si siguen dándole la espalda al río Bogotá y contaminándolo con sus despojos, ni un milagro podrá salvarlo.
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PTAR Salitre. Crédito: Nicolás Acevedo Ortiz