Hace 27 años, cuando a nadie le interesaba la suerte de Guacheneque, don Vidal González se volvió su guardián. Foto: Javier Tobar
Capítulo 1: Cuenca Alta

Gente de páramo

Las estrategias de conservación

La CAR y la Gobernación de Cundinamarca en los últimos años han promovido las siguientes acciones para preservar el páramo de Guacheneque. Entre ellas se encuentran:

  • Implementación de la compensación de pago por servicios ambientales denominada BanCO2, que promueve la conservación de los ecosistemas estratégicos y el mejoramiento de la calidad de vida de las familias campesinas de escasos recursos de la región. Los pagos realizados por empresas o personas que voluntariamente aportan dineros van a un fondo que les paga a estos campesinos una cuota como reconocimiento a los servicios ambientales. En la actualidad la CAR trabaja con 16 familias que se encuentran en la zona del páramo en los municipios de Villapinzón y Chocontá.
  • Adquisición de predios: 935.6 hectáreas por parte de la Gobernación de Cundinamarca y 874,5 por parte de la CAR, que suman 1.810. Se espera que con la aplicación de la resolución 1768 de 2016 y la Ley 1930 de 2018 se pueda continuar este proceso.
  • La CAR ejerce seguimiento, control y aplica sanciones por afectación de los recursos naturales mediante trámites jurídico administrativos de carácter sancionatorio.
  • En la Reserva Forestal Protectora del río Bogotá (páramo de Guacheneque) se han aislado algunas zonas y se han construido miradores para que los visitantes puedan conservar el complejo de lagunas sin afectar el medioambiente.
  • Reglamentación para las visitas al páramo. Ahora la entrada a algunos lugares no es libre y los recorridos deben estar acompañados por funcionarios de la supervisionadas.

Día a día en la cuenca del río Bogota, personas que tienen una conexión mística con Guacheneque se dedican a vigilarlo, a protegerlo y a difundir su importancia para la vida de la región. Ellos han comprendido que solo el conocimiento puede salvarlo.


En los últimos 40 años la relación de una parte de los habitantes de Guacheneque ha cambiado de manera radical. De verlo como un proveedor de tierras para el cultivo de papa y la ganadería, ellos han comprendido que sin el páramo su vida, la de sus descendientes y la de millones de pobladores de la sabana queda en peligro. Por eso no es raro verlos haciendo distintos trabajos de divulgación y conservación que han sido promovidos y apoyados por la Corporación Autónoma de Cundinamarca (CAR). He aquí algunos de esos héroes del páramo.

El pionero

Hace 27 años, don Vidal González, un campesino de 68 años que ha vivido toda su vida en la zona rural de Villapinzón, comenzó la ardua labor de vigilar y proteger el páramo, una época en que pocos eran conscientes de la importancia de Guacheneque. Él recuerda que emprendió su solitaria tarea gracias al conocimiento heredado de su abuelo: “Él me llevaba a la montaña para presentarme animales como el oso de anteojos y el leoncillo. Además, en los recorridos que hacíamos, me enseñó a identificar cada planta y sus poderes curativos. Hoy día ya he rajado a más de un estudiado”, dice. Ahí comenzó un amor por el páramo que lo llevó a dedicarse tiempo completo en su guardián.

Día tras días, Vidal recorre el páramo en moto o a pie vigilando que nadie atente en su contra. También hace recorridos guiados a los turistas que llegan ahí, participa en jornadas de reforestación de árboles nativos como encenillos, laureles, manos de oso, romeros y arrayanes; y transfiere a los jóvenes parte de su conocimiento para sumar adeptos a la causa de la defensa del páramo. Hasta hace poco él era el único guardabosque de Guacheneque pero ahora su ejemplo ha sido seguido por una generación.

Las nuevas generaciones

Nelson Contreras y Gloria Arenas son dos jóvenes que siguieron el camino de don Vidal. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz

Gloria Arenas y Nelson Contreras son dos jóvenes habitantes de Villapinzon a los que su pasión por el páramo, sus lagunas y el río Bogotá los llevó a estudiar carreras relacionadas con el ambiente y a convertirse en una nueva generación de guardabosques. El amor de ambos por Guacheneque les fue inculcado por sus padres. Gloria, facilitadora ambiental y guía desde junio de 2018, cuenta que cuando pequeña, ella iba de paseo a las lagunas y que en las largas caminatas su papá le comentaba de la importancia del páramo y de su conservación. Esas enseñanzas fueron el motor para dedicar su vida a cuidar el medioambiente.

De igual manera, Nelson recuerda que su relación con el páramo comenzó desde pequeño: “En la adolescencia cuando cualquiera podía recorrerlo, yo venía con mis amigos y acampábamos. Siempre nos sucedieron cosas raras y por eso nos gustaba hacerlo. Una vez, bajo las aguas de la Cascada de la Nutria escuchamos como una especie de fiesta campesina que nos produjo mucho susto”. Para él ese tipo de experiencias crearon una conexión con el páramo y le sirvieron para reflexionar sobre su carácter sagrado. Ahora, luego de estudiar manejo ambiental, realiza una pasantía en Guacheneque, en donde, al igual que Gloria, recorre casi todos los días el páramo para vigilarlo.

El legado de una cultura ancestral

Marco Antonio Mamanché, gobernador del resguardo muisca de Sesquilé, se dedica a difundir el conocimiento ancestral que tiene sobre el páramo. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz

“Una de las razones por la que el páramo está en peligro y por la que su agua se está acabando se debe a que la gente dejó de creer en lo sagrado de Guachaneque. Para nosotros, los muiscas, el páramo es una herencia de los padres fundadores que armoniza la vida. Simboliza la cabeza de la gran serpiente cuyo cuerpo recorre toda la sabana hasta terminar en el río Magdalena. Como este animal representa la sabiduría y la fertilidad, nosotros consideramos que todo el conocimiento y la vida se difunden por sus aguas. Por ejemplo, los humedales son puntos energéticos donde podemos encontrarnos con esa sabiduría. Desafortunadamente, ese conocimiento ancestral se perdió y es una de las causas por la que maltratan este lugar sagrado”. Esas son las palabras de Ernesto Mamanché, uno de los líderes del resguardo muisca de Sesquilé, quien señala que ellos son una cultura de agua y por eso deben defender a toda costa la cuenca del río Bogota.

Cada vez que los ancestros se manifiestan, Marco Antonio, hermano de Ernesto y actual gobernador del resguardo, viaja a Guacheneque a realizar pagamentos. Según él, esta es una de las formas que ellos tienen para mantener vivo el río Bogota y para que la madre tierra les dé fertilidad y conocimiento. Ambos consideran que volver a las raíces muiscas son la única forma para salvar a Guacheneque y al río. Y en eso consiste su labor: divulgar por distintos medios el conocimiento ancestral que tienen.