El Nobel

García Márquez no fue solo a Estocolmo. Lo acompañaron sus mejores amigos.

 

Por Gonzalo Mallarino*

Cuando García Márquez recibió el premio Nobel de Literatura nosotros fuimos hasta allá a acompañarlo. Fuimos muchos. A él nos lo encontramos en Madrid, cuando comenzaba el viaje. Estaba contento. Alborozado como si fueran a empezar unas buenas fiestas. Unas parrandas con juglares y comilona y baile. Estaba contento Gabo. Y nosotros también. Él se dio cuenta. "Ustedes felices, ¿no?, nos dijo, como al que le toca torear es a mí". Y se reía otra vez.

 

Allá en Estocolmo pasaron todas esas cosas que ustedes ya saben. Lo del acto en la Academia con ese discurso tan conmovedor de Gabo. Antecitos nosotros, mi padre y yo, le ayudamos a ponerse el corbatín porque él no logró hacerlo. Y al otro día, la entrega del premio en el Teatro de la Ópera. Gabo sereno. Y la reina brasileña que miraba todo en silencio y tenía la piel y los ojos tan bellos. Después del acto dieron ese banquete tan elegante. Se sentaron más de 200 personas. Y después la fiesta nuestra en la suite de Gabo. En el Grand Hotel. Delante de ese lago oscuro.

Durante los eventos conmemorativos de los premios Nobel, sus amigos disfrutaron como pocos. Foto: El Tiempo.

Y los otros días los colombianos en la nieve. Cantando. Tocando el acordeón. Tiritando y bebiendo ese aire de burbujas congeladas. Leonor cantando esas cosas tan bellas y tan tristes. Y Totó bailando y derritiendo con su cuerpo los carámbanos. Creo que estaban los dos Zuleta. ¿O sólo uno? Y la Cacica. Ella sí. A nosotros nos gustaba oírla hablar y decir vainas. Qué sonrisa tan bonita que tenía. Cómo le brillaban los ojos.

 

En fin. Esa fiesta se acabó. Ahora nos acordamos de la cara de desasosiego de Mutis en el comedor. La última noche. Porque se le derramó en el mantel blanquísimo la copa de vino español que se estaba tomando. Quedó ahí el vino. Manchando el mantel. Los tres nos dimos cuenta de que el alborozo había terminado. De que ya nos teníamos que ir.

 

Después del Nobel Gabo volvió algunas veces a Bogotá. Pero no tantas como nosotros queríamos. Él ya vivía en México hacía años pero volvía porque lo estábamos esperando. Porque lo echábamos en falta. Y él quería que conversáramos y nos viéramos en las casas y con las familias. Estábamos esperándolo y él siempre trataba de venir.

 

Gabo es tal vez el escritor en castellano más grande del siglo XX. Y es el colombiano más célebre que haya habido nunca. Pero por todo eso que pasó ya no lo vemos tanto. Y no nos curamos de eso. Nos hace falta Gabo.

 

* Escritor y poeta colombiano. Es autor de la trilogía Bogotá compuesta por Segunda costumbre, Delante de ellas y Los otros y Adelaida, publicadas por la editorial Alfaguara. Mallarino es hijo del publicista Gonzalo Mallarino Flores, amigo cercano a Gabo, motivo por el cual formó parte de la comitiva que asistió a Estocolmo.

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