Jorge Emmanuel Escobar, un bogotano de 32 años, tiene como proyecto de vida defender a los humedales de la capital del país. Ya lleva ocho años denunciando los impactos que atentan contra estos reservorios de agua por medio de la fundación Humedales Bogotá, una organización juvenil que además estudia la biodiversidad de estos ecosistemas y educa a la ciudadanía sobre la importancia de conservarlos.
Cursaba el año 2010. Jorge Emmanuel Escobar, con apenas 22 años, acababa de graduarse como publicista, carrera que sacó a flote con esfuerzo, dedicación y bastantes elogios. Sin embargo, su corazón estaba incompleto. No quería dedicar su vida laboral a encerrarse en una oficina fría creando contenidos creativos para alguna empresa. Soñaba con un proyecto que le permitiera defender la naturaleza, un tema que lo enamoró desde niño.
A los pocos meses de recibir el cartón universitario, su curiosidad verde llegó al punto máximo. Recuerda que recibió una invitación para participar en un diplomado sobre la conservación de los humedales de Bogotá, la cual aceptó de inmediato. Sus maestros serían algunos de los fundadores de la Red de Humedales de la sabana, la primera organización ambiental de la sociedad civil que en los años 90 empezó a hacer cosas para defenderlos.
“Además de recibir clases teóricas por parte de esa vieja guardia de defensores de los humedales, los domingos los destinamos a recorrerlos. Los conocí todos y empecé a darme cuenta de su lamentable realidad. Me sentí mal por su estado, pero también me percaté que había un gran potencial para hacer algo en su favor. Con los conocimientos que tenía como publicista, en 2011 tomé el riesgo de crear una página web para publicar artículos, fotografías y análisis sobre estos ecosistemas” Recuerda Escobar, quien vive cerca al humedal de Córdoba, en Suba.
La bautizó como Humedales Bogotá y empezó a llenarla con contenidos periodísticos, una vena que hasta ahora permanecía oculta. Salió a las localidades que albergan cuerpos de agua armado con una libreta y una cámara de fotos. Empezó a indagar, observar y entrevistar a la población aledaña, para así crear artículos sobre los protagonistas de su agonía y la flora y fauna que lograba sobrevivir en medio de la jungla de cemento.
“Empecé a escribir sobre las cosas buenas y malas que veía, pero en un lenguaje muy coloquial para que la gente entendiera. La iniciativa tuvo acogida al poco tiempo de lanzar la página, porque en esa época había muy poca oferta sobre el tema. La información disponible sobre humedales era escasa o muy desactualizada. Tanto así que varios medios de comunicación me buscaron para entrevistarme”.
Ya en la retina de la capital del país, el correo electrónico de Jorge comenzó a llenarse con mensajes de ciudadanos que denunciaban la disposición de escombros en los humedales, vertimientos, tala de árboles y basuras. “Me percaté que había un gran potencial para trabajar por estos ecosistemas, y que la gente, en su mayoría jóvenes, sí estaba interesada en defenderlos. Entonces conformé un grupo colectivo de siete personas”
Jorge y su grupo de defensores de los humedales pasaron de la teoría a la práctica. Decidieron salir a las calles para hacer actividades de educación ambiental y recorridos por los humedales. Las redes sociales, que en ese entonces no eran tan fuertes, les sirvieron como canal de difusión. “Creamos cuentas en Twitter y Facebook para invitar a la ciudadanía a los recorridos. Muchos nos dijeron que querían hacer parte de la iniciativa”.
Un año después de crear la página web, en 2012, Jorge decidió darle más peso a su sueño. Con sus aliados crearon la organización sin ánimo de lucro fundación Humedales Bogotá, con miras a consolidar proyectos serios.
“Ya no sólo haríamos notas periodísticas. Poco a poco creamos distintas líneas de trabajo, como responsabilidad social empresarial, siembra de árboles, salidas pedagógicas, caminatas ecológicas, talleres, investigación científica sobre la biodiversidad de la flora y fauna y educación ambiental. Utilizamos las tecnologías de la información para darnos a conocer, lo que nos permitió tener un crecimiento muy rápido. Todos los días de la semana visitamos un humedal distinto; eso nos permitió convertir a la organización en un referente en la ciudad”.
El grupo base de la organización lo conforman siete jóvenes apasionados por el tema ambiental, quienes tienen el rol de coordinar las diferentes actividades y proyectos. Sin embargo, la ciudadanía quería participar más a fondo en alguna de las líneas de trabajo, por lo cual, en 2016, la fundación decidió involucrar voluntarios.
“En la página web publicamos un formulario para la gente interesada en participar como voluntario. A la fecha ya sumamos más de 3.000 jóvenes, de los cuales cerca de 100 son los más activos. También hemos contado con personas de la tercera edad”,cuenta Jorge, quien asegura que la gran acogida de su organización juvenil tiene su raíz en lo novedoso y en lo constante de las publicaciones.
“Cuando arrancamos nos dimos cuenta que las actividades sobre humedales eran muy homogéneas y participaban casi siempre las mismas personas. Entonces decidimos refrescar el medio, con eventos y acciones innovadoras y enfocadas a diversos grupos, como caminatas y talleres para niños, personas mayores o con discapacidad. Además contamos todo lo que hacemos, así sea cambiar un bombillo, sembrar un árbol o recoger basuras. Las redes sociales son nuestro principal medio de difusión. Fuimos unos de los primeros ambientalistas en utilizar las transmisiones en vivo”.
Humedales Bogotá lleva publicados cerca de 500 artículos sobre humedales. Todas las semanas hay diversas actividades, como diplomados, talleres, recorridos y cursos. Además, con la ayuda de los grandes expertos ambientalistas de la vieja guardia, la organización ha liderado investigaciones científicas sobre las plantas y animales de estos ecosistemas, como la del cucarachero de pantano, una de las especies más amenazadas que lograron encontrar en el humedal Tibanica.
Aunque el propósito de la fundación no es llenarse de dinero, sus coordinadores y líderes no podían vivir del aire o del reconocimiento por su labor verde. “Los recorridos, talleres y demás actividades eran financiadas por nosotros mismos. Pero nos percatamos que si queríamos vivir de esto, era necesario recibir algo a cambio. Como en mi caso, que ya soy papá de una niña de tres años, y que abandoné mi carrera para dedicarme del todo a este proyecto”, menciona Jorge, hoy con 32 años.
Después de varios intentos fallidos, estos jóvenes lograron consolidar una estrategia para adquirir recursos por sus servicios, “una donación económica o retribución por nuestro trabajo. Por ejemplo, muchos colegios que querían visitar los humedales se quejaron porque las autoridades distritales no respondían sus correos. Entonces, aplicamos un pago por el servicio de guianza por los humedales, el cual hasta ahora nos ha funcionado: llevamos cerca de 80.000 personas beneficiadas a través de nuestras guías. Un humedal no puede recibir más de 30 visitantes al día”.
Con estos recursos, la fundación ha salido a flote financieramente, paga sus costos fijos, sueldos para los coordinadores, funcionamiento de la página web y los servicios del contador. Ya ninguno tiene que sacar plata de sus bolsillos para sensibilizar a los bogotanos sobre la conservación de los humedales.
“Las personas que hacen la guianza por los humedales, que en su mayoría son estudiantes o personajes de los barrios cercanos, también reciben aportes económicos. Actualmente contamos con nueve guías fijos, pero los voluntarios que demuestran compromiso y ganas de seguir, pueden serlo”.
Actualmente, la fundación no tiene una sede física. Sus oficinas son los humedales de Bogotá. “Eso sorprende a la mayoría. Pero son otros tiempos. Todo lo manejamos virtual o en línea. Las reuniones casi siempre son virtuales. Nos volvimos unos duros manejando las nuevas herramientas tecnológicas. Hasta ahora no hemos necesitado una sede como tal, aunque a futuro lo queremos hacer”.
Desde los inicios de la organización, Jorge empezó a inventariar todos los humedales que alberga la capital del país, que no sólo incluyen a los 15 declarados como Parques Ecológicos Distritales. Según el publicista, ya lleva identificados más de 80, ubicados tanto en la zona urbana como rural, entre los que están lagunas en páramos, embalses y humedales en colegios, universidades, clubes, cementerios y parques públicos y privados.
“La comunidad es clave en este proceso. La gente nos llama para que visitemos un posible humedal, nos dan las coordenadas. También hacemos uso de cartografía y medios tecnológicos. Además, con el propósito de que los ciudadanos conozcan estos ecosistemas, en la página web publicamos información sobre su ubicación, que incluye hasta las rutas de TransMilenio que pueden tomar para llegar, si son seguros, si pueden ir en bicicleta. Esa información nadie la difundía”.
La articulación de la fundación con las entidades distritales ha sido variable, ya que ha pasado por tres administraciones con visiones distintas sobre el cuidado del ambiente y la protección de los humedales. Jorge recuerda que al poco tiempo de la creación del proyecto, empezó peleando con la administración de Samuel Moreno.
“Pretendía hacer un escenario de conciertos encima del humedal Salitre. Nos aliamos con varias organizaciones ambientales y comunitarias para impedir ese atentado por medio de manifestaciones. Logramos que fuera declarado como un humedal. Gustavo Petro tuvo más aciertos que errores en cuanto al manejo de los humedales, invirtió en algunos que estaban abandonados, como Capellanía,y tenía intención de diálogo. Con Enrique Peñalosa fue revivir los conflictos ambientales de su primera administración. La relación ha sido compleja, hasta me bloqueó en Twitter y nos desprestigian por denunciar sus acciones en los cerros y la Reserva van der Hammen”.
Las administraciones distritales les han propuesto trabajar con ellos, una oferta que Jorge ha rechazado de tajo. “Somos independientes. No recibimos dineros públicos para guardar nuestra autonomía. Pero sí hemos articulado con ellos, como con la Secretaría de Ambiente, que administra los humedales. Siempre les avisamos cuando vamos a hacer alguna actividad”.
En su fundación, Jorge no sólo cumplió su sueño de trabajar por los recursos naturales. También conoció al amor de su vida, Laura, una de las líderes que empezó como voluntaria y con la cual tiene una niña de tres años llamada Martina.
“Nos conocimos en 2013, cuando estaba organizando una feria ambiental en la Plaza de los Artesanos, a la cual asistieron más de 17.000 personas. Como el evento era tan grande, decidimos llamar a otras organizaciones para que nos apoyaran. Laura llegó como voluntaria de la corporación Páramo Savers, y desde que la ví quedé flechado. Me gustó mucho, le eché el cuento y nos cuadramos”.
Como Laura no estaba muy satisfecha en la corporación, decidió trabajar como voluntaria en la fundación Humedales Bogotá junto con su nuevo amor. “Hizo carrera acá. Empezó como voluntaria y hoy ya es una de las líderes. Al poco tiempo nos fuimos a vivir juntos, cerca al humedal de Córdoba, y hace tres años le dimos la bienvenida a Martina, nuestra bebé”.
Martina es la representante más joven de la fundación. Acompaña a sus papás a todos los recorridos, charlas y eventos. “Conoció los humedales desde que estaba en el vientre de Laura. Hago charlas con Martina en los brazos. Ella aprendió lo que era una tingua antes que un elefante. Le gusta estar en los humedales, es una pequeña semilla que continuará con nuestra labor”.
Humedales Bogotá es un niño de ocho años que espera convertirse en su adultez en un monstruo a nivel nacional. “En el futuro quiero escalarla a Colombia, es decir Humedales Colombia. Traté de hacerlo hace algunos años, pero aún hay mucho por hacer y crecer acá en la ciudad”.
El trabajo de este publicista con alma y corazón verde ya fue reconocido a nivel internacional. En 2015, Humedales Bogotá fue ganadora del “Premio de la Convención a Jóvenes defensores de los humedales” por parte de Ramsar, la entidad más importante a nivel mundial sobre estos ecosistemas.
“Fuimos los primeros latinoamericanos y colombianos en ganarnos ese premio, lo cual nos dió mucha más visibilidad y credibilidad. La directora del Humboldt, Brigitte Baptiste, envió una carta sobre nuestro trabajo cuando decidimos postularnos. Me enteré que ganamos cuando estaba en un banco. Salté de la emoción y llamé a medio mundo. Viajamos a Uruguay a recibir el galardón”.