Es una de las aves emblemáticas de la sabana de Bogotá que ha reducido su población por quedarse sin sitios para anidar. Tanto así que ya es catalogada como una especie en vía de extinción. Es endémica de los humedales del altiplano cundiboyacense, es decir que no habita en ningún otro sitio del planeta.
Mide 25 centímetros y es bastante tímida, por lo cual permanece casi siempre oculta entre los juncos de los humedales. Tiene un pico largo, algo curvo y de color rojo, con un plumaje marrón con rayas negras y algunos tintes rojizos en sus alas. Emite un sonido agudo y alto, similar al de las ardillas. Su nombre es la tingua bogotana o rascón andino, y está a punto de desaparecer.
Los humedales del altiplano cundiboyacense, en especial los de Bogotá, eran sus sitios preferidos para anidar y alimentarse. Pero con la reducción de estos cuerpos de agua ha ido perdiendo su hogar. Según un estudio del concejal Juan Carlos Flórez, la capital del país redujo en un 93,4 por ciento los espejos de agua de humedal entre 1950 y 2017, al pasar de 1.101 hectáreas a 72,8.
Con el incremento de las urbanizaciones en estas zonas de recarga hídrica, una de las grandes damnificadas fue la tingua bogotana, especie catalogada por el Libro Rojo de Aves de Colombia como en peligro de extinción. La publicación advierte que su principal amenaza es la disminución de su hábitat, en particular de los juncales. También inciden los perros que las cazan, quemas, explotación agrícola y la contaminación de los cuerpos de agua.
Hay registros de esta especie en el lago de Tota, laguna de Fúquene y los humedales bogotanos de La Florida, Jaboque, Torca-Guaymaral, La Conejera y Juan Amarillo. “Tiene una distribución fragmentada como consecuencia de la destrucción de su hábitat. La especie puede alcanzar densidades poblacionales altas, pero es evidente que hoy está ausente. Aunque hay un alto grado de incertidumbre, la población podría estar por debajo de 10.000 individuos maduros, número que sigue disminuyendo”, advierte el Libro Rojo de Aves.
Por su parte, la fundación Humedales Bogotá asegura que por ser un ave endémica del altiplano cundiboyacense, es decir que no la hay en ningún otro lado del mundo, es de enorme importancia protegerla. “Por la degradación y reducción alarmante de los humedales, su hábitat ha disminuido notablemente, al punto que sólo en unos pocos humedales bogotanos es vista ocasionalmente, como en Capellanía, La Conejera, Tibabuyes, La Florida y Jaboque”.
Un estudio de la CAR y la Asociación Colombiana de Ornitología (ABO) argumenta que la población de la tingua bogotana ha registrado una baja del 80 por ciento, y que no solo ha perdido su hábitat, sino la calidad de éste.
Alejandro Torres, biólogo de la CAR, cataloga a la tingua bogotana como la especie emblemática de la sabana de Bogotá. “A pesar de esto está en peligro crítico de extinción, debido a que tiene un rango de distribución geográfica muy limitado, asociado solo a ecosistemas acuáticos con una calidad del agua en óptimas condiciones. Al no contar con estos espacios, su hábitat ha quedado reducido a sitios puntuales como los humedales de Jaboque y La Florida en Bogotá”.
Sin embargo, en la adecuación hidráulica de la CAR en 68 kilómetros de la cuenca media, donde en 153 hectáreas de zonas de amortiguación fueron construidos seis humedales artificiales, la tingua bogotana ha regresado.
“La hemos visto en los humedales artificiales de Tequendama, Indumil y el filtro en la calle 80. Es muy importante encontrarlas en estos antiguos meandros, a pesar de que no cuentan con una buena calidad del agua. Las especies tratan de adaptarse para sobrevivir y evitar su extinción”, dice el biólogo.
Torres advierte que con la recuperación del río Bogotá, que incluye las Plantas de Tratamiento Salitre y Canoas, el Parque Lineal por la cuenca media y los nuevos espacios de amortiguamiento, la tingua bogotana tendrá más espacios para expandirse. “Cuando las aguas del río sean tratadas y mejoren su oxigenación, especies como la tingua podrán habitar en el cauce del río Bogotá”.
La bogotana no es la única tingua que habita en los humedales cundiboyacenses. Según la Fundación Humedales Bogotá, en estos cuerpos de agua es posible encontrar familiares como la tingua moteada o pico verde, registrada en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), aunque en los últimos años sus registros cada vez son más frecuentes.
“Las vemos en los humedales de Tibanica, Conejera, El Salitre, Guaymaral, Jaboque, La Florida, laguna de la Herrera y el humedal Refugio de la UDCA” Dice la organización.
El biólogo de la CAR complementa que la tingua pico verde, al igual que la bogotana, está amenazada por la pérdida de su hábitat. “Esto es muy grave, ya que también es endémica de la sabana. A esta especie la hemos visto en los humedales artificiales de la cuenca media”.
La de pico amarillo no es endémica de la zona. Habita en todo el continente americano y en Colombia es conocida como focha. Es de las tinguas más comunes en los humedales de Bogotá. Comparte su territorio con otros individuos y abundan en Santa María del Lago.
Otra prima es la tingua de pico rojo, presente en aguas con cierto grado de contaminación y que camina en parejas. “Es la más común y tiene un grado de adaptación enorme. Por eso la vemos nadando en las aguas más contaminadas, como el cauce del río Bogotá. No es ideal que viva en esas condiciones, pero está adaptada”, dice Torres.
La tingua azul es la menos acuática. Migra desde los humedales de los Llanos Orientales hacia Bogotá entre diciembre y enero y junio y julio, épocas en las que choca contra las ventanas de los edificios al confundirlos con el reflejo del cuerpo de agua.
Un informe publicado por el Instituto Humboldt en 2017 asegura que en la sabana de Bogotá hay 235 especies de aves, de las cuales seis están bajo algún grado de amenaza, 46 son migrantes boreales y 7 son endémicas. Para llegar a esta conclusión, la entidad tomó como base los 26 conteos anuales realizados desde 1989 por la ABO, además de los conteos navideños de la Sociedad Audubon.
Entre las aves que destaca el estudio están la tingua bogotana, en peligro por el deterioro y disminución de su hábitat y por ser presa fácil de perros y gatos; el cucarachero de pantano, también endémico y en peligro por el parasitismo de cría (el chamón deposita sus huevos en el nido del cucarachero, disminuyendo así la tasa de supervivencia); y la tingua moteada, amenazada por la destrucción de humedales, que ahora sobrevive en lagunas artificiales cerca al río Bogotá.
El zambullidor andino era una especie acuática endémica del altiplano cundiboyacense, con registros en la cuenca media del río Bogotá, incluyendo La Caro, las lagunas de La Florida y la Herrera y el embalse del Muña. Según la ABO, la última vez que la vieron fue a finales de los 70 en Boyacá. Desde ahí, la desecación de los humedales, la contaminación y la introducción de especies invasoras, acabaron con esta ave.
El Libro Rojo de Aves de Colombia la cataloga como extinta. Ya es oficial. La llama zambullidor cira y tenía una distribución restringida en Cundinamarca y Boyacá, en lagunas y lagos con juncales densos en sus orillas. Sus sitios predilectos eran las lagunas de Fúquene, Cucunubá, La Florida y La Herrera, embalse del Muña, La Caro, Mosquera y la sabana de Bogotá.
“En febrero de 1977 fue vista por última vez. Los humedales de la sabana y los asociados al río Bogotá fueron drenaron casi completamente en 1981, mientras que las lagunas de La Herrera, Fúquene y Cucunubá quedaron convertidas en hábitats inadecuados para el zambullidor. La especie anidó en la sabana de Bogotá hasta los años 40, en el valle de Ubaté hasta los 50 y aparentemente en el lago de Tota hasta finales de los 70. Ha sido buscada sin resultados positivos” Cita el documento.