Con las obras de adecuación hidráulica en 68 kilómetros de la cuenca media del río Bogotá y la siembra de 120.000 árboles, aves como la tingua bogotana, monjita y alcaravanes han vuelto a la zona, a pesar de los altos grados de contaminación.
En las más de 589.000 hectáreas que abarca la cuenca hidrográfica del río Bogotá, conformada por terrenos de 46 municipios de Cundinamarca, hacen presencia 449 especies de aves, un catálogo diverso que ratifica que la zona es un hervidero de biodiversidad.
Patos, colibríes, alcaravanes, garzas, torcazas, águilas, pavas, tinguas, copetones, canarios, golondrinas, monjitas, mirlas, cardenales, loros, búhos y carpinteros, son algunos de los “alados” que sobrevuelan por las zonas aledañas al río Bogotá, desde su nacimiento en el páramo de Guacheneque hasta su desembocadura en Girardot.
La cuenca media, que va desde Cota hasta Soacha, es la más crítica en términos de contaminación. De los 90 kilómetros de longitud que tiene el río en este tramo, 77 por ciento cuenta con un índice de calidad del agua malo, una estampa que tiene su explicación en las cerca de 60.000 toneladas de carga orgánica contaminante que le llegan al año por los ríos urbanos Fucha, Salitre y Tunjuelo.
Las putrefactas aguas que corren por este tramo del río Bogotá han causado impactos en la fauna, en especial a las aves. Especies como la tingua bogotana y el cucarachero de pantano están al borde de la extinción, debido al deterioro del río y la destrucción de los hábitats naturales por la ineficaz planificación urbana. El zambullidor andino, ave típica del embalse del Muña en la década de los 60, fue eliminada de la zona.
Sin embargo, con la adecuación hidráulica en 68 kilómetros en la cuenca media del río Bogotá, emprendida entre 2012 y 2016, nació una oportunidad para devolverle a la naturaleza su capacidad de adaptarse.
Por esto, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) y la Asociación Colombiana de Ornitología (ABO), realizaron en 2013 un estudio de caracterización de las poblaciones de aves residentes y migratorias en el área de influencia, datos que serán comparados con un nuevo inventario que la CAR ya adelanta: el ideal es establecer la cantidad de especies que regresó a la zona culminadas las obras.
Desde antes de que las obras de adecuación llegaran a su fin, la CAR y la ABO ya eran optimistas. “Las obras hidráulicas, ampliación de jarillones, rehabilitación de zonas de inundación, recuperación de meandros, humedales y madreviejas y construcción de un parque lineal, permitirán que las especies de aves de la sabana prosperen y permanezcan para generaciones futuras”.
El estudio arrojó la presencia de más de 5.600 aves de 53 especies en los 68 kilómetros a intervenir en la cuenca media, como garza bueyera, gallinazo, golondrina, pellar, torcaza, pinzón sabanero, varias tinguas (menos la bogotana), mirlas, pato canadiense, tijereta sabanera, garza del ganado y copetón.
“Este estudio nos sirve como punto de partida para saber cuáles especies de aves siguen en la zona después de las obras de adecuación o si hay nuevos registros. Además, nos permitirá establecer cuáles van a retornar en el futuro cuando empiecen a funcionar las Plantas de Tratamiento de Salitre y Canoas y el río tenga una calidad de agua óptima”, asegura Alejandro Torres, biólogo de la CAR encargado del componente biótico de la adecuación hidráulica y recuperación ambiental del río Bogotá.
Sin embargo, el experto concluye que la mayoría de las 53 especies identificadas antes de las obras son generalistas, es decir que lograron adaptarse a vivir en ambientes contaminados. “Predominan chulos, palomas, golondrinas y mirlas, las cuales han adaptado su comportamiento a las aguas contaminadas. Eso no es lo ideal. Por eso, una de las conclusiones del estudio es que si no mejoran las condiciones del río Bogotá y los humedales, los resultados no serán positivos”.
Después de 2016, cuando terminaron las obras en la cuenca media, la CAR ha monitoreado las aves del sector. Torres informó que en esos recorridos han encontrado un incremento en varias especies como la garza azul, gavilán maromero, monjitas (que está en peligro de extinción), alcaravanes y tinguas pico verde, bogotana (casi extinta), pico azul y pico rojo.
“Un caso curioso es el pato canadiense, una especie migratoria que decidió asentarse en las zonas aledañas a la sabana de Bogotá y su río. Esto nos lleva a pensar que algo ha mejorado en el área o que cuentan con una mejor demanda de alimentos y sitios para anidar. Algo atrajo a estos patos para que dejaran de migrar”.
Para el experto, esto es un indicio de que la rehabilitación ecológica de los ecosistemas riparios del río Bogotá ha funcionado, ya que en la adecuación hidráulica la CAR hizo una reforestación con la siembra de 120.000 árboles, pensada con el propósito de atraer a la avifauna por medio de especies de árboles endémicas como cedros, nogales, yarumos y cauchos sabanero y tequendama.
En 2026, la CAR tiene contemplada una nueva caracterización de la población de aves migratorias y residentes, cuando las PTAR Salitre y Canoas estén en funcionamiento. “Estas infraestructuras mejorarán la calidad del agua del río Bogotá. Por eso, hacer una caracterización en estos momentos, cuando el río sigue recibiendo aguas residuales altamente contaminadas, no arrojaría resultados representativos”.
Torres indica que cuando el río Bogotá tenga un agua tratada, nuevas especies repoblarán la zona. “La contaminación actual es tan grande que nos impide hacer un análisis preciso de la cantidad de aves que han vuelto a la cuenca media. Hay que esperar a la mejora en la calidad del agua. Pero vamos por buen camino”.
Los seis humedales artificiales construidos en la adecuación (Tequendama, Indumil y Ogamora en Soacha e Isla Vuelta Grande, el filtro de humedales de la calle 80 y las áreas de compensación de la PTAR Salitre en Bogotá), ya son albergues exclusivos de la avifauna.
En tres de estos humedales, Tequendama, Indumil y el filtro en la calle 80, la CAR ha avistado tinguas pico azul, pico verde y bogotana, amenazadas por la reducción de los cuerpos de agua naturales. “Estas zonas de amortiguación están alejadas de las aguas del río Bogotá, por lo cual son alimentadas por las lluvias. Esto conlleva a que tengan una mejor calidad hídrica y a que aparezcan especies como la tingua bogotana, casi extinta por la disminución de los humedales de la sabana”, dijo el biólogo.
Torres apunta que fue muy reconfortante ver especies como la tingua bogotana en estas nuevas áreas inundables. “Queremos que estas zonas sean santuarios de flora y fauna, y en el futuro poder declararlas como protegidas para darles el estatus de conservación que evite su relleno e invasión”.
Los mamíferos, reptiles, anfibios y peces requieren de condiciones con una calidad ambiental muy alta, razón por la cual en la cuenca media escasean. Solo hay unos cuantos que han desarrollado características resistentes a los altos grados de contaminación.
“Hemos visto muchos curíes, roedores resistentes a la contaminación con una alta tasa reproductiva. También identificamos una que otra comadreja, y presencia de rana y serpiente sabanera, pero son casos demasiado atípicos”, concluye el biólogo.