El embalse, ubicado en Sibaté, utiliza al río Bogotá para brindarle energía a 2,4 millones de bogotanos. Cuando las PTAR Canoas y la nueva Salitre traten todas las aguas residuales de la capital, los olores nauseabundos quedarán en el pasado.
En 1931, con el propósito de almacenar y regular los caudales de la quebrada Aguas Claras y el río Muña, y de contar con un sitio para abastecer de energía parte de Bogotá, empezó la construcción del embalse del Muña, un cuerpo de agua de 711 hectáreas y 11 metros de profundidad ubicado en el norte de Sibaté.
En el desarrollo de las obras el predio tuvo un uso recreacional. Miles de ciudadanos visitaron el lugar para practicar deportes náuticos y navegar por sus frías aguas, lo que convirtió al municipio en una de las zonas más turísticas del país.
Sin embargo, en 1967 inició su declive, cuando el Grupo de Energía de Bogotá empezó a bombear las contaminadas aguas del río Bogotá hacia el embalse, mediante la estación de bombeo Muña.
Debido a los altos grados de contaminación del río, una mezcla de metales pesados, solventes, grasas, aceites, materia orgánica, residuos y plaguicidas, aportados por la población de Bogotá y Soacha, el cuerpo de agua del embalse empezó a llenarse de plantas acuáticas como el buchón, factor que lo convirtió en un lugar gobernado por olores fétidos y nauseabundos, zancudos y otras plagas.
Ese almacenamiento de aguas putrefactas repercutió en el desarrollo de impactos ambientales y de salud perjudiciales para los más de 38.000 habitantes de Sibaté, como la proliferación de zancudos (culex) y roedores, emisión de olores y generación de buchón de agua, planta que cubrió casi la totalidad del embalse.
A finales de los años 80, ya funcionando la cadena de generación hidroeléctrica Pagua, compuesta por las centrales Paraíso y Guaca, que genera 600 megavatios, varios de sus habitantes se organizaron para denunciar las afectaciones de las aguas del río Bogotá.
En 1987 fue celebrado el foro ambiental para la rehabilitación del embalse, lo que dio paso a las primeras decisiones por parte de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), como la obligación al Grupo de Energía de Bogotá en 1990 de adelantar los estudios básicos y obras para mitigar los impactos ambientales generados por el embalse del Muña.
En 2005, por medio de dos resoluciones, la CAR estableció acciones para Emgesa (hoy Enel-Emgesa), Grupo de Energía de Bogotá y la Empresa de Acueducto, como la construcción de diques, secados, limpieza y nivelación, control de zancudos, retiro total del buchón del espejo de agua, manejo de olores y dragado del embalse.
A estas medidas luego se sumaron la acción popular del río Bogotá en 2004, la Sentencia del Consejo de Estado en 2014, la elaboración del Plan de Manejo Ambiental en 2015 y medidas de manejo temporal mientras el plan era aprobado.
Aníbal Acosta, director del Fondo para las Inversiones Ambientales de la cuenca del río Bogotá de la CAR, asegura que los olores nauseabundos que por años han emanado del embalse del Muña, disminuyeron drásticamente.
“Antes de la orden del Tribunal Administrativo de Cundinamarca en 2004, que ordenó empezar a sanear el río Bogotá, y de la sentencia de 2014, el Muña estaba lleno de buchón, lo que generaba olores insoportables. Hoy en día este panorama ha disminuido, principalmente por la construcción de un dique o gran muro que dividió el embalse en dos”.
Este dique, construido en 2007, le dio una nueva dinámica al Muña. “El agua sucia del Bogotá quedó en un lado y la de los ríos Agua Clara y Muña en otro. En la parte a donde llegan estos afluentes, fue realizada una limpieza del fondo y el retiro de todo el buchón. Esta obra disminuyó a la mitad los olores en esta parte de la cuenca”.
Aníbal Acosta, director del Fondo para las Inversiones Ambientales de la cuenca del río Bogotá de la CAR
Sumando a esto, el sector cuenta con varias Plantas de Tratamiento, que también han contribuido a su saneamiento. Según Acosta, Sibaté construyó una PTAR para tratar las aguas contenidas en la parte más limpia, mientras que la Empresa de Acueducto instaló otra. “Adicionalmente, el Parque Industrial que hay en Sibaté fue obligado a construir otra planta, la cual fue financiada por Siderurgias del Muña, Ecollantas y otras dos empresas del sector”.
Aunque asegura que la mitad del Muña ya está saneado, su gran cambio vendrá hacia 2026, cuando la PTAR Canoas entre en funcionamiento. “Esta megaobra y la ampliación de la PTAR Salitre, tratarán todas las aguas residuales de Bogotá y Soacha. Cuando ambas estén en funcionamiento, el agua del río Bogotá será saneada. Este cambio repercutirá sustancialmente en el embalse del Muña, ya que el río ingresará tratado para generar energía. Los olores desaparecerán por completo”.
Cuando esto ocurra, sobre el dique que separa las aguas negras del Bogotá con las limpias de Aguas Claras y Muña, serán construidas unas ventanas para hacer un intercambio de fluidos. “Ambas partes contarán con aguas limpias y saneadas”, apunta el experto.
La CAR informó que en los últimos cuatro años el embalse del Muña ha mermado sus impactos ambientales. En 2005, la población de zancudos era de 1.479.256 individuos, cifra que en 2007 pasó a 208.252 y en 2017 a 3.415.
Cerca de 50.000 metros cúbicos de lodos fueron retirados por actividades de dragado, que fueron dispuestos en predios de Enel-Emgesa. En 396.000 metros cuadrados fue controlado el rebrote del buchón y maleza acuática.
“Todo el buchón del espejo del agua fue retirado. Para el control de zancudos fueron realizadas jornadas de fumigación en el embalse, control de larvas, remoción mecánica y manual de maleza, limpieza y nivelación de colas y monitoreo a los zancudos presentes en la zona” Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca - CAR
En julio de 2018, Enel-Emgesa y el Grupo de Energía de Bogotá le entregaron a la CAR el Plan de Manejo Ambiental del Muña, que contó con algunos requerimientos por parte de la entidad, los cuales son abordados por las empresas.
Hace 15 años, Enel-Emgesa empezó trabajos para mejorar las condiciones del río en el embalse. Con el desarrollo del Plan de vida Muña, inició el retiro del buchón, acción que ya suma más 570.000 toneladas. Esta actividad, con una inversión de 30.000 millones de pesos, permitió que las aves migratorias, como el ganso orinoco y pato andino, regresaran a la zona; ya hay registros de 40 especies de aves en el embalse.
Desde 2016, la empresa ha realizado el retiro y disposición final de 10.000 toneladas de residuos y 4.000 llantas, evitando que estos continúen por la cuenca baja y lleguen al río Magdalena. En 2018, desembolsó 103.000 millones de pesos para la construcción de la estación elevadora Canoas, que hará compatible la generación de energía eléctrica con el tratamiento de las aguas del río.
“Nos haremos cargo de la operación y mantenimiento de esta estación elevadora durante los 20 años de la concesión de aguas. Adicionalmente, asumiremos los costos de la energía eléctrica que genera el bombeo del agua para llevarla hasta la planta de Canoas”, apuntó la empresa.
En la actualidad, con las aguas del río Bogotá son generados más de 4.000 GW/H (gigavatios/hora) al año, que benefician a 2.400.000 bogotanos y representan entre 6 y 8 por ciento de la demanda energética nacional.
Según Enel-Emgesa, para la generación de energía con las aguas del río Bogotá, hace uso de siete centrales eléctricas: dos grandes y cinco de menor proporción. Las aguas del embalse del Muña, con capacidad de 41,4 milímetros cúbicos, surten a las dos más grandes: Paraíso y Guaca, que hacen parte de la cadena hidroeléctrica Pagua, la cual genera 600 MW (megavatios).
Este proceso inicia antes de las compuertas de Alicachín, donde hay una estación de bombeo con tres tuberías, que bombean las aguas al embalse. En el Muña está ubicada la estructura de captación Torre Granada, la cual conduce el agua a un largo túnel que la lleva hasta Paraíso, la primera gran central de generación de energía, con capacidad para 276 MW (megavatios) ubicada en el municipio de El Colegio.
Luego, el líquido es enviado por la misma tubería hasta Guaca, la segunda central, donde son generados 324 MW. Al finalizar el proceso, toda el agua retorna al río Bogotá en El Colegio sin ninguna transformación.
Antes de la estación de bombeo del Muña, el agua del río Bogotá es conducida hacia el otro extremo por la bocatoma Canoas, para llevarla hasta Charquito (50 MW), la primera de las cinco centrales energéticas menores.
Aguas abajo, antes del Salto del Tequendama, están las bocatomas de las centrales Salto II (70MG) y Tequendama (56,8 MW), que vuelven a tomar las aguas para transportarlas por túneles y tuberías hasta las centrales de generación de los mismos nombres.
Por medio de un túnel, el agua ingresa a la central Laguneta-Limonar (72 MW), líquido que es devuelto antes de la bocatoma El Colegio. En este sitio, una tubería va hasta la última central, Darío Valencia (300 MW). Pasada la generación, el agua es descargada al río en El Colegio.
Cuando el río Bogotá esté descontaminado, la producción energética será mayor. “No es lo mismo generar energía con agua sucia que con agua limpia”, concluye Acosta.